sábado, 28 de febrero de 2009

BEBO Y CIGALA / AMAR Y VIVIR

Hacía tanto que.

Me dicen que lo bonito para mí tiene siempre un tinte melancólico, triste y con un punto de locura. Puede que tenga razón.

martes, 24 de febrero de 2009

On the Road II - Gran Hermano a la laboral

No hay secretos, aquí hasta tus más celosamente guardadas vergüenzas están al descubierto. Yo te lo cuento a ti en confianza, tú se lo cuentas a él -también en confianza-, él se lo cuenta a ellos -en confianza, por supuesto- y, al final, todos saben que tienes una almorrana gigante en el culo. Cualquier otro ejemplo habría servido, pero así se ve más claro. Vamos, que según vas pasando oyes unos "uysss", "agrhhhh" y ves unas caras de pena y de dolor cuando te miran y te preguntas por qué. Angelito... ¡Todos saben que te sientas en un flotador y te mueres del dolor cuando cagas!

Existen varios escalafones; el de los camioneros, el de los artistas, el del staff, el de producción..., y así sucesivamente, hasta llegar al pez gordo que se deja caer de vez en cuando. Me acabo de enterar que hay una libreta que corre en manos de los camioneros (y que van actualizando religiosamente) en la que aparecen todos los puticlubs de todas y cada una de las ciudades. Al lado de cada nombre están los precios, consejos, nombres y demás. El día que caiga en mis manos, lo publico y me hago de oro. Un Lonely Planet de putis... me forraría, si alguien me quita la idea que me dé la mitad. Las estrellas ya están puestas según calidad, servicio, ya sabes, ahí está todo, en la Biblia de los Camioneros.

Pero ahí no queda todo. No tengo constancia de que exista documento por escrito pero sí hay una ficha, que se transmite oralmente, de todos y cada uno de los artistas, staff... el más promiscuo, la más guarra, la más fácil, el rarito, con la que puedes llegar a hablar de algo interesante, el que se ha follado a todas... así no hay quien trabaje... ¡tanta distracción! La razón/excusa: aquí, quien más quien menos está un año de gira.

He decir que me voy integrando, las palabras en inglés no se atascan en mi cabeza como la última vez, llevo ya 5 horas con el mismo chicle en la boca y aún soy capaz de hacer globos y explotarlos ruidosamente... ¡e incluso he comido chili a la americana! Sea lo que sea. También he asistido a la típica barbacoa americana. Es increible, parece que allá donde vayan lleven siempre a cuestas una barbacoa, los pinchos de "pork & vegetables" listos para asar, las hamburguesas y unos quinientos tipos de salsas. Por supuesto, había una consola, música y varios sombreros de cowboy -he oído varios "yiiiii-ahhhhhh!", además de dos gorras de capitán de barco y tres tremendas cajas con hielo y muchas cervezas. Cualquier lugar y cualquier momento son buenos. Ésta fue debajo de un puente, al lado de una autopista, entre las 10 y media y las 12 de la noche; y no era precisamente una noche calurosa. Eché de menos la gran bandera ondeando sobre nuestras cabezas y un minuto dedicado a ponernos la mano en el pecho y ofrecer nuestra humilde barbacoa al dios Obama, mientras cantábamos el himno americano. Probaré suerte la próxima vez.

Conocí también a un veterano de Vietnam, 25 años sirviendo -orgullosamente- al ejército americano por todo el globo. Era joven cuando le reclutaron y hará unos 5 años que le retiraron, así que no quiso quedarse en su casa de Kansas City -de la que, por cierto, me contó que era ciudad hermana de Sevilla, uno nunca deja de sorprenderse-. Cogió los bártulos y se mudó a Florida; sus hijos ya eran mayores así que "no tenía hogar"; de su mujer no oí hablar. Se aburrió pronto de Florida, así que decidió que quería conocer mundo y ahí estaba, dando vueltas de Japón a España, pasando por Amsterdam, Polonia... no necesariamente en ese orden. No pregunté cuánta gente había matado, por cortesía y por miedo a molestarle. Uno nunca debería molestar a un veterano de guerra. Por si las moscas. Buen tipo, después de todo, se me hizo simpático el vaquero. Ahora mismo vuela rumbo a Polonia. Espero volver a verle, prometió enseñarme sus fotos de juventud.

Lo de "me voy integrando" es un decir, porque también asistí a una reunión de "seguridad" en la que me he sentí más cerca de entrar en Guantánamo que nunca: España no es un país seguro, aquí no quieren a los americanos, andaros con ojo porque roban, tened cuidado que os pueden querer quitar vuestros pasaportes, no habléis con desconocidos, esperemos que no nos roben en las habitaciones de los hoteles... que os quede claro, España: Tercer Mundo. No tenemos la suerte de ser americanos. Menos mal que quien más quien menos por aquí es ruso como mínimo.

Lo dicho, hay que tener los pies muy en la tierra para no perder el norte. Menos mal que viajo en avión y no con ellos en la caravana. Sigo viendo el norte; por mucho tiempo.

Hasta aquí mi segunda crónica.

viernes, 20 de febrero de 2009

En des-sintonía con el mundo

Uno piensa que a las 3 de la mañana todo se puede hacer en una gran ciudad. Todo menos esconderse. "Chico, a esta hora la estación está cerrada y no hay autobuses", me dijo el taxista. "Me encuentro con alguien", contéste quedamente y mirando al frente. No iba a llorar. Busqué un lugar donde esconderme hasta las 6 de la mañana, intenté buscar un bar oscuro, un bar de barrio donde tomar una cerveza y poner mis ideas en orden, quitarme el malestar. No encontré ninguno, así que busqué una calle lo suficientemente poco transitada para no cruzarme con nadie a quien pudiera darle más pena de la que ya me daba yo a mí mismo, una noche de enero con un frío invernal y todo lo que tenía en ese momento metido en mi maleta. Imposible pasar desapercibido con el traqueteo de las ruedas por la acera. Me senté en unas escaleras detrás de una furgoneta y pensé pasar ahí la noche. "Es una ciudad grande, aquí nadie se sorprende por nada", pensé. A los cinco minutos vino su dueño y se llevó la furgoneta dejándome como desnudo ante el mundo. Como si alguien quisiera burlarse de mi absurda tristeza, empezó a pasar un grupo numeroso de jóvenes borrachos, alegres en la fase de la exaltación de la amistad. Y yo ahí, tristemente sentado, con los ojos llorosos y tiritando de frío. Les oí decir, sin hacer porque yo no oyera, la pena que daba. Tenían razón. Qué hacía yo en mi propia ciudad, con una maleta a cuestas en plena noche y sin saber a dónde ir. Nadie me había echado de ninguna parte. Más bien es como si yo quisiera huir, pero huir de qué. Después de una bronca monumental conmigo mismo, admití que mis cimientos, la base de mi vida, se estaba tambaleando. Admití lo que no quería, que los amigos de verdad se cuentan con los dedos de una mano... para muestra un botón, ahí estaba yo sin saber a quién llamar... y también que llega un momento en que uno tiene que seguir su propio camino y, cuando lo hace, tiene que luchar contra aquellas personas que antes sustentaban su vida... "Esto es duro", pensé, "qué injusto es que cuando uno va encontrándose a sí mismo, tenga que pelear por ello con quien más quiere". No sé exactamente qué pasó para estar ahí justificándome ante todos por mis decisiones, explicando cada paso que daba. Me analicé en profundidad por ver si realmente es verdad lo que me dijeron "estás enfadado con el mundo, a saber por qué" y vi que no era así. Me sentí tan incomprendido que me entraron ganas de llorar ahí mismo, ahí en mi peldaño. ¿Es que no habían vivido conmigo mis últimos meses? Al final lloré suavemente, dejé caer las lágrimas como quisieron durante un rato. Me sentí acabado, me di pena a mí mismo, qué hay peor que esto. Quería llamar por teléfono y pedir perdón pero... no sabía por qué habría de pedir perdón, quizás por las maneras al marcharme, o por el tono de mi voz. Pero no sabría encontrar palabras para contarle por qué sé que no estoy enfadado con el mundo. Pediría perdón pero no por lo que ellos esperan y volveríamos al principio, volvería la rueda a girar desde el comienzo. Unos días buenos hasta que volviéramos a discutir por lo mismo: mi vida. "Es absurdo todo esto", me dije. Empiecé a sentir más frío y seguía tiritando, así que decidí salir de mi escondite y paseé durante un rato largo por mi calle circunstancial. De arriba abajo y de abajo arriba hasta que acumulé el calor suficiente para volver a mi peldaño y dejar atrás el traqueteo de la maleta. Sentí que en cualquier momento alguien saldría de alguna ventana y me tiraría agua con un cubo. Si eso hubiera pasado, habría sido el broche final, creo que me me habría reido histéricamente y habría liberado todo lo que llevaba rumiando toda la noche. Casi intenté hacer más ruido con la maleta pero Dios no me ayudó en esto. Seguía siendo un triste hombre pegado a una maleta. Ya eran las 4 de la madrugada. Ya no sentía ganas de llorar sino rabia de no poder transformar lo que sentía en palabras y no poder escribir en una hoja mi sentido de la justicia, mi visión de la amistad, mis bases de un amor incondicional. En el fondo era tan fácil como eso. Los pájaros aprenden a volar. Después todo, quizás sí tendría que darte la razón porque desenterré el hacha de guerra. Contra el mundo, mi mundo. Estuve dándole vueltas durante toda la noche y no logré entender por qué no somos felices, todos juntos.

sábado, 14 de febrero de 2009

El bebé llorón y las gallinas

He de decir que he avanzado; ahora voy en avión. Claro que de qué otra manera puede uno moverse desde Barcelona -obviando el AVE porque primero te piden los ojos y un riñón-.

Iluso de mí, pensé que se habían acabado mis problemas; no más tiparracas parlanchinas hablando con el novio a voz en grito por teléfono, no más paradas interminables durante el trayecto, no más aroma a chorizo del bocata del pavo de delante. ¡Iluso!

Cojo el tren en Paseo de Gracia, dirección al aeropuerto. Ya en el andén vi su cara roja congestionada por el esfuerzo y sus padres -más congestionados aún- intentando callarle. Pensé "pobre, le estarán saliendo los dientes", haciendo gala de mis escasas nociones en niños y similares. Mal pensado. Ahí tenía yo que haber aprovechado y haberles hecho la 13:14 para que perdieran el tren. Habría bastado con tirar el osito de felpa a las vías.

Ya empezó mal el viaje, con la puta cría a pleno pulmón durante la media hora de tren. Y pensé -bien pensado-: "fijo que vienen en el mismo avión". ¡Tate! En la fila de delante. Ya podía tener la misma suerte cuando elijo los números de la lotería

La vida te da sorpresas; sin saber por qué, la niña se quedó callada como una muda poco antes de despegar, algo que tanto yo, como sus padres, como el resto de los pasajeros, agradecimos. Habría estado mal visto darle whisky. Que conste que antaño lo habrían hecho. O anís. Lo que fuera que hiciera que no berreara más.

Sin saber por qué, sin saber por qué... ¡la puta! Mira que estaba yo feliz en mi fila de a tres enterita para mí y se me plantan en el último minuto una pareja de lesbianas cotorras. Que nadie se lo tome a mal, lesbianas porque lo eran y cotorras porque también lo eran y mucho más.

Al principio, les sonreí e incluso contesté a su saludo. Cuando llevábamos 15 minutos y una de las tipas no había parado de hablar ni para respirar, la sonrisa se me fue. Cuando conseguí quedarme dormido y su bolso -joder, qué coño llevaría en el bolso la tía, lo que pesaba- me despertó con el corazón a mil del susto, ya les fulminé con la mirada. Cuando no pude volver a dormirme al run-run de su voz de pito, empecé a desearles todo lo peor. Como putas gallinas locas. ¡Una hora de reloj hablando sin parar! Me gustaría meterles debajo del agua a ver si callaban de una jodida vez. Me temo que ni por esas.

Pero no, ahí no acaba todo. Eran de las que estando en la fila 6 esperan a que salga todo el pasaje con la calma de una conversación interesante. A saber de qué hablaban, tenían acento de francesas de pueblo, como-quiera-que-suene. Así que les pasé por encima, lástima de suela blanda de mis zapatos, y salí como pude del encierro. Acto seguido, la niña de los cojones se puso a gritar como si se la llevara el demonio. Bien pudiera. A las tres.

Total, que me jodieron, entre todos, mi primera vuelta a Madrid.

jueves, 12 de febrero de 2009

En busca de la rutina perdida

No es que sea un animal de costumbres ni un maniático del orden, pero después de un mes en casa ajena, sin oficina, trabajando en diferentes sitios, con mis cosas en maletas y cajas y sin agenda... ¡echo de menos la rutina! Serviría una cualquiera. Una de levantarme a las 7 am y salir de casa para 15 reuniones. O de trabajar por la mañana y buscar oficinas por la tarde. O Empezar a trabajar a las 10 am y levantarme sólo para comer y cenar... Cualquiera, ya ves que no me pongo exigente... No estamos para eso.

¡Por Dios, que todo vuelva a su cauce!

lunes, 9 de febrero de 2009

Revolutionary Road

Ayer vi esta película. Me gustó sobre todo la ropa, me hace gracia esa época, todo parecía mucho más elegante. Me gustó ella -mucho- y él algo menos. La verdad, es una buena película, pero ni impresionante ni para ver en el cine, quizás. Y, por supuesto, no es una película de domingo por la tarde...

Uno siempre se cree especial, diferente al resto. Claro que no todos tenemos ese "toque de gracia", a veces espejismo y a veces real.

Todos tenemos sueños pero hay que tenerlos muy bien puestos para cumplirlos. O estar loco. Como el otro día me dijo alguien, "mejor no formar parte del club de los ojalá-hubiera-hecho...".

viernes, 6 de febrero de 2009

jueves, 5 de febrero de 2009

Barcelona

Cada ciudad se mueve distinto.

miércoles, 4 de febrero de 2009

martes, 3 de febrero de 2009

3 de febrero de 2009

Nadie está preparado para la muerte. Eso es, quizás, lo que más pueda echarte en cara.

¿Y ahora que hago yo? Claro que a ti ya qué te importa, estoy hablando al vacío, a saber dónde estarás. O igual me estás leyendo. Hubo un tiempo que, al morir tú, pensé que podías verme, que estabas en nuestro perro, en los pájaros, sentada al lado de mi cama... poco a poco supe que no eras tú pero, aún ahora, después de tantos años, me hace ilusión pensar que pueda ser así. Ahora... ahora es cuando me parece bonito pensarlo.

Tantos años han pasado desde... tu muerte, casi ni puedo escribirlo, aún me cuesta, ya me decías tú que era un sentimental y, por una vez, voy a darte la razón. La tienes, María, la perra gorda para ti. Pero aquí estoy, escribiéndote sabiendo que o estás detrás de mí leyendo por encima de mi hombro o no la leerás nunca. Ya sabes que a tu tumba no voy a llevártela, tendrás que venir tú aquí porque lo que es yo, ahí, no entro. Dicen que te ayuda a superarlo pero yo te imagino llena de gusanos y como un montón de huesos y, qué quieres que te diga, en la foto que te hice cuando fuimos a Sevilla estás mucho más favorecida. El humor no lo pierdo, ya ves... Es como cuando en el momento más tierno o más triste de la película hacía un chiste para no llorar... ¿te acuerdas?

Me enseñaste muchas cosas, me cambiaste la vida, niña. Y, de repente, te has ido... y yo no me he dado ni cuenta. Ahora me gustaría verte a ti siendo yo. Cómo harías. Cómo te enfrentarías a la muerte. A mí muerte. Tú que decías que... Yo siempre he pensado, y de esto hemos hablado tú y yo muchas veces, que es más fácil -de boquilla- la muerte de uno que la de un ser querido... Y tú decías que preferías mil veces ver morir a alguien que morir tú, que querer morir uno antes que el resto es de egoista. Tú y tus razonamientos. Aún sonrío cuando me acuerdo de ese día. Me hacías feliz, mi vida. Sí... creo que te lo dije una y mil veces. Gastamos el "te quiero" de tanto decírnoslo. No es eso lo que me pena. No, señor.

La muerte... maldita la vida... Ahora ya no sé si prefiero morir yo o que mueran los demás. Imagino que cuando llegue el momento de la verdad, vendrás a verme morir y te reirás cuando prefiera que muera tu cuñado antes que yo. Dame la mano entonces, tendré miedo. ¿Cómo es la cosa?

Si es que me trae de cabeza el temita de la muerte estos últimos días. No es un presentimiento... o eso creo. Sé qué personas harían que yo volviera a morir como aquel día... y Él las sabe también. No he sido todo lo bueno que debería. Eso es lo malo. El castigo. De todas esas personas, hay dos a las que no les digo jamás "te quiero" y lo hago con locura, tú sabes de qué hablo, pero es difícil. A ti también te costaba. Pero lo sigo sin entender; por más que lo intente no se lo puedo decir, es como si me hiciera parecer débil, ya ves tú qué tontería, ya no soy ningún niño. Me da miedo su muerte pero no se lo digo.

Qué pensamientos tan alegres para un día de verano, ¿eh? Será que me vuelvo mayor, jaja, si hasta me río solo. Sí, sí, lo que tú quieras, pero aquí estoy, a carta diaria, hay cosas que no cambian. A ver cuándo me mandas tú una. No sé si las podrás leer o no, pero conociendo lo curiosa que eres... que eras... seguro que harás lo posible. Nada podías dejar sin fisgar, que te crees que no me daba cuenta, María, pero es que yo, con todo lo que tú decías, soy más discreto que un mudo. Bien lo sabe Dios.

Todo esto no viene a que me quiera morir, al final todo es cuestión de tiempo supongo. Me sigue doliendo pero he aprendido a vivir con ello... sin ti. Qué se le va a hacer, tampoco me voy a tirar por un puente, imagínate qué desaguisado. Pero te echo de menos, eso sí, muchísimo. Cada día me acuerdo de ti y pienso en dónde estarás... y en muchas otras cosas.

Eso es lo que te echo en cara... Si es la muerte ajena o si es la mía propia, quiero saber qué pasa, a dónde vamos. Me agobia la idea de la muerte, ya lo sabes. Y me mata la curiosidad. Si se muere alguien a quien quiero me muero yo también, ésa es la sensación. Si me muero yo, quiero saber qué será de mí... si es que será algo.

lunes, 2 de febrero de 2009