domingo, 29 de enero de 2012

Joe Black o la Muerte nunca fue tan paciente


"¿Conoces a Joe Black?" no es mi película favorita. Ni mucho menos. Buenos actores como Anthony Hopkins o Brad Pitt no son suficientes para que esta cinta entre en mi filmoteca particular. No, señor. Sin embargo, hay algo que me gustaría que Joe hiciera por mí. 

Joe, por favor, cuando vengas a buscarme, avísame con tiempo, antes de que sea tarde, cuando aún pueda arreglar mis asuntos pendientes y dame unos días. Dime palabras de consuelo y apóyame en esos momentos. Dime que no tengo que preocuparme ni por mi eternidad ni por lo que dejo atrás... y que todo irá bien. 

Película bonita, sentimentaloide... y mentirosa. Cuando me muera, quiero que sea Joe, y no otro, el que venga a buscarme.

sábado, 28 de enero de 2012

Lily Allen

Nacida Lily Rose Beatrice Allen, se me antoja más una amiga de mi hermana que una estrella del pop. Lily me hace sentir cómodo. La miro y la imagino en su casa en un día de resaca o tomando un Cola Cao con su cuadrilla o paseando el perro por el muelle mientras escucha "Copa Rota" de Los Rodríguez, sintiéndose desdichada a más no poder.

Si sólo escucho sus canciones, me gusta. Me gusta mucho. Gran artista. Si la veo a ella, me parece una chiquilla, buena, buenísima voz la suya, que no se cree que esté ahí subida al podium de la fama. Si bien es verdad que en los últimos tiempos sus asesores han hecho una grandísimo trabajo con ella, no deja de parecerme una de esas chicas que en el colegio llevaba gafas, aparato, tenía granos y era poco popular... y que, con mucho tesón, rabia y trabajo, ha conseguido dar la vuelta a la tortilla para entrar en el club de las populares.

Sintiéndolo mucho, Lily, para mí sigues siendo esa pringada-pero-buena-persona del colegio. Aunque te rodees de gente chic, aunque lleves tacones de vértigo, seas imagen de grandes firmas o poses poniendo morritos a la cámara... A mí no me engañas: tú  no eres guay. Y eso es lo que me gusta de ti.

No sé nada de tu vida y, si me preguntas, tampoco sabría decir el título de dos canciones tuyas... pero te acabo de ver en la TV, en un videoclip vaquero vestida con un mono blanco... y me has vuelto a gustar.

viernes, 27 de enero de 2012

Las Amistades Peligrosas de Stephen Frears


Probablemente una de las mejores películas que haya visto últimamente. Mejor que la sobrevalorada "Los Descendientes", mejor que "Drive"... ¡una película del 88! Contaba yo con 8 años cuando Stephen Frears juntó a un elenco de lujo para realizar una obra maestra como es "Las Amistades Peligrosas".

La ya por aquel entonces maestría de Glenn Close, la versatilidad de John Malkovich, unos jovencísimos Keanu Reeves y Uma Thurman... Crueldad, manipulación, inocencias maleadas... La vida misma, por ello emocionante drama, porque es un drama en toda regla.

Todos tenemos, o somos, una Glenn Close y un Malkovich alrededor. Todos hemos sido un poco Michelle Pfeiffer en alguna ocasión o, al menos, lo hemos intentado. Todos fuimos un Keanu Reeves una vez. Los cuentos de hadas no existen. Así es la vida, parece querer decirnos Frears.

Nunca es tarde para ver y aprender. Pasen y vean... Las Amistades Peligrosas, 1988.

lunes, 23 de enero de 2012

Querida Matilde

Ver a Lola Herrera sobre las tablas siempre es un placer. Sin embargo, esta vez ni Lola Herrera ha conseguido que Querida Matilde dejara de hacérsema larga. Quizás influyera la incomodidad del teatro (Teatro La Latina, con sus butacas decimonónicas) o puede que yo llevara todo el día dando tumbos y y estuviera cansado... Sea que fuere, una Lola Herrera correcta, pero no espectacular como esperaba, un Daniel Freire en línea y una exageradísima Ana Labordeta que no hace sino gritar y gesticular en demasía durante toda la obra... Echo parte de la culpa al libreto, que no deja tiempo entre el amor y el odio. Una historia para haber desarrollado de otra manera y, desde luego, bajo otra dirección en la que Lola Herrera no tuviera que moverse por el escenario como si fuera Arturo Fernández, un Freire que no hinchara la vena de indignación cada dos minutos y una Labordeta que... bueno una Labordeta que fuera otra actriz... por ejemplo, Natalia Dicenta, hija de la gran Lola Herrera, grandísimas actrices las dos aunque en Querida Matilde no saque Lola más allá de un notable bajo. 

viernes, 6 de enero de 2012

La Gorda

Todo en ella es excesivo. Su tamaño descomunal, su nariz la de Cirano, esos brazos amorcillados haciendo juego con unas piernas que ya quisiera para si un cerdo destinado a Pata Negra... Pero, sobre todo, su voz es excesiva. Suelta la gorda por su boca un chorro más propio de un garrulo prehistórico que de una mujer.

Esa montaña, esa mole, ¿esa mujer? ocupa su plaza y media mía. Encajada entre su asiento y el de delante, al principio me engaña como a un chino creyéndola sometida por tremenda capa de grasa. Inocente de mí. Poco a poco va desbordándose hasta traspasar todo límite físico. Cuatro horas de autobús pegado al cristal y, de repente, soy yo el atrapado por sus grasas y no ella. Cuatro horas sin poder domir ya que, oh satán, la ballena tiene dos tics (tuvo suerte en el sorteo): mover compulsivamente pierna y brazo derechos, los de mi lado, al mismo tiempo.
Ring, ring. No uno sino 2 teléfonos le suenan en un bolso igual de grande que ella que viaja igual de aplastado que yo -me pregunto qué budista malo se reencarnó en el bolso de la gorda-. Protesta el exbudista y cae estrepitosamente al suelo mientras la mole hace aspavientos para alcanzarlo y los dos terminales siguen sonando, cómo no, a máximo volumen. Nada parece medido en esta mujer.

Dejan de sonar los móviles, sigue farfullando la gorda y varias cabezas se vuelven e intentan convertir en montaña de polvo a la maleducada. Tendría que avisarles de que la mirada no funciona, que llevo todo el viaje intentándolo; ojalá fuera tan fácil. Es demasiado grande y nos inundaría de polvo. No es agradable la visión.

Vuelve a sonar uno de los móviles y por fin consigue moverse y alcanzar el bolso. Contesta. Alguien muy gracioso debe de estar al otro lado porque la hipopótamo se pone de lo más contenta, sus manos se convierten en molinos, la pierna tamborilea el suelo con más ímpetu si cabe y su voz se eleva por encima de la canción que intento escuchar. Varios incautos vuelven a intentar el truco de la mirada y yo les observo benévolo desde mi encierro aplastado, como quien mira a un bebé bamboleante y espera su caida y posterior rabieta.

Suena el otro móvil. Me ha tocado la mujer con más taras del mundo. No sabe cómo apagarlo así q lo contesta. Qué casualidad, estamos de suerte, ambos interlocutores se conocen. Alza la voz más aún y da comienzo una conferencia a tres: dos teléfonos móviles y como altavoz común sólo el que se ha tragado la buena mujer.

Me pregunto si aguantaré mucho tiempo más sin poder respirar y si moriré antes por aplastamiento o por asfixia.

Mientras, en el mundo libre, un alma caritativa ha decido tomar cartas en el asunto, ya que yo no puedo ni mover un dedo, y le dice a la gorda, educadamente eso sí, que cierre la puta boca. Sorprendida, pide perdón, termina ambas conversaciones citándoles para más tarde y el autobús vuelve a disfrutar de una calma desconocida durante la última hora.

Vuelve a sonar el móvil, esta vez sólo uno, sigo atrapado, ya medio morado. Estoy convencido de que será por aplastamiento.

Por lo menos la música que escucho a trozos, cuando su voz de hombre me da un respiro, es buena. Disfruto de mis últimas horas e intento pensar en cosas bonitas. Como comerme a mordiscos una pata de jamón tan grande como su pierna... Que no deja de moverse.