Todos somos buenos. Igual los cristianos estrictos lo tienen algo más difícil para ir al cielo porque, además de los 10 Mandamientos, tienen que cumplir algunos extras (haber elegido muerte). Pero el resto somos buenos. Los 10 Mandamientos se corresponden con la ley natural. Sabemos que matar está mal, robar algo menos mal que matar, etc., etc., etc. Y así sucesivamente.
Pero incluso los que somos buenos y tenemos la conciencia tranquila, sabemos -en el fondo- que no nos va a ser tan fácil pasar el filtro cuando nos miren con lupa. No hemos matado. Pero quién nos dice que no van a bajar puntos las veces que hemos odiado, las veces que hemos querido matar a alguien, las veces que hemos hecho algo de lo que nadie se ha dado cuenta... Esos pecados ocultos de los que nos sentimos inocentes porque nadie los conoce.
Pero resulta que en el mundo hay muchas personas que son buenas, como yo. Tampoco han matado. ¿Y si el cielo se rigiera por la ley de la oferta y la demanda? ¿Y si nuestras posibilidades de pasar la nota de corte dependiera de la cantidad de personas buenas y malas que murieran a la vez que tú?
El cielo tendría que ser enorme para albergar a todas las personas buenas del mundo. Pero tampoco puede coger sólo a las buenas-buenas, porque entonces el infierno tendría que ser mucho más grande que el cielo -y la masa se haría fuerte y quién sabe si no decidirían todos los malos invadir el cielo, hermanarse contra los santos-.
Ahora que aún no me han dicho a la cara cuánto tiempo me queda, debería ir a buscar cobijo en una Iglesia y recuperar mis costumbres de antaño. Pero funciono mejor bajo estrés, hay a quien le pasa.
Si en dos semanas no he escrito, estaré castigado. En una esquina oscura. O bailando con mi túnica blanca. Después de todo, yo soy bueno.