Os presento a mi último compañero de viaje; el elefante pelotillero. No sé su nombre de pila pero éste le va bien. Fueron 8 horas de viaje y 8 horas oyendo (al final escuchando, porque emitía diferentes sonidos, como salir por la noche a oir grillos) sus ruidos. Pelotillero por su afición a hacer, sin disimulo ninguno, pelotillas con sus mocos.
Ahí estaba yo muerto de cansancio sin poder dormir. Al final adquirí la habilidad de dormir con un ojo abierto y otro cerrado, vigilante de sus manos y boca; quién sabe qué nuevo elemento sacaría el sujeto de ahí.
El caso es que el tipo parecía normal cuando le saludé al llegar e instalarme en mi -minúsculo- asiento (en la última fila, ventanilla de la derecha, como siempre, uno tiene sus manías). El viaje empezó bien, otros defectos tendría el chaval pero no el don de la palabra, cosa que le agradezco porque tenía pinta de escupir al hablar y, bueno, hacía el "dos para mí, uno para ti" con los mocos...
Al principio pensé que el muchacho era reconvertible y le ofrecí un kleenex, indirecta que él no cogió -lentito- porque me dió las gracias y se lo guardó en el bolsillo. Me dió una tregua de 5 minutos (cronometrados) y volvió con su sinfonía y su gran repertorio; que si me meto el dedo en la nariz, que si resoplo, que si me muevo, que si... Y así estábamos cuando el buen hombre cayó sopa. ¡Y tanto que cayó! De repente su cabeza estaba en mis rodillas y como un resorte le pegué un empujón -que llevaba consigo toda la rabia y el cansancio- con el que se acabó su sueño.
Acabamos por vigilarnos mutuamente. Yo a él, a sus mocos y demás. Él acabó con un ojo pa´tudela de tanto mirarme por el rabillo del ojo, intentando que no me diera cuenta de cuándo hacía un excursión. Aterrorizado le tenía pero ahí seguía el elefante pelotillero resoplando cual ballena y haciendo competición consigo mismo a ver cuál de sus municiones llegaba más lejos.
Hacía yo todo tipo de aspavientos ya sin disimulo y ensayé mi peor cara de loco -ojos desorbitados incluidos-, hasta que conseguí que dejara de resoplar y, ¡Dios existe!, de sacarse mocos y darles forma.
No utilizó mi pañuelo pero cuando quedaba hora y media de viaje, se quedaron varios asientos libres y se cambió. Ahí, por fin, respiramos los dos. Y yo pude echar una cabezadita (era la 1 de la madrugada).
Es evidente que nadie le dijo de pequeño que su nariz se convertiría en la de un elefante ni le cantaron la del "soy minero".
lunes, 29 de septiembre de 2008
jueves, 25 de septiembre de 2008
Miguel
Empezaré diciendo que Miguel es un capullo. Un capullo simpático de esos que acaba cayéndote bien, muy a tu pesar y al suyo, una vez que le vas conociendo. O que vas teniendo contacto con él. Porque creo que le divierte desconcertar a pesar de que haga gala de su estilo “directo, claro y limpio”, o algo así. Como su fotografía. Él dice que cada uno fotografía como es. Si uno es enrevesado hará fotografías enrevesadas. Él hace lo contrario.
He de decirlo, me gusta cómo dice que saca las fotos (y he comprobado que muchas veces –no siempre- es así). A veces me divierte sacar fotos fuera de la realidad pero odio colocar luces aquí y allá, odio tener que cargar con un equipo inacabable y estar más de 2 horas colocando todo. Su “menos es más” lo voy a hacer mío. Una cámara y punto. Y, si es muy necesario, una luz. Las 2 horas son para pensar la fotografía. Me gusta. Como él dice, "¿quién coño tiene una luz que le viene de la cabeza como si fuera un puto santo?".
Decía que Miguel acaba siéndole simpático a uno. A pesar de su ridículo pelo pajizo o rojo. O rojo desgastado. A pesar del negro eterno de sus ropas y su aire de perdido. A pesar del tono rosado de su piel. Y, sobre todo, a pesar de su absurdo sentido del humor que te hace reír por la poca gracia que tiene. Lo mismo que su aspecto desaliñado.
He visitado su web. Porque Miguel es un fotógrafo famoso y tiene web. No le creí el primer día, no por lo de famoso; no sé por qué no podía imaginarme sus fotos más allá de fotos de calendario de alguna marca alcohólica. He visto que algunas de sus fotos rayan la suciedad (refiriéndome a la mirada) pero sin llegar a ella. Un equilibrio difícil de conseguir. O te pasas, o te quedas corto. Miguel se queda ahí, justo en el límite. Y eso que él tiene pinta de hacer fotos para camioneros.
En el fondo es un tipo al que le gusta oírse. Habla mucho, de fotografía pero siempre acaba refiriéndose a sí mismo. Dice que está en una época de reflexión, que ha dejado de ganar mucha pasta para hacer un viaje por el mundo de la fotografía y por él mismo. Y me lo creo. Porque es un tarado, en el buen sentido -que ahora le tengo simpatía-. Un loco que vive dentro de una cámara de fotos, rodeado de libros. Se dió cuenta de lo que le faltaba por aprender –aprehender, dijo él-.
La fotografía es tan amplia como queramos y es necesario limitar el área por la que queremos movernos para no volvernos locos. Él lo hizo durante un tiempo y ahora es cuando ha decidido ver no dónde esta su límite sino el de la fotografía en sí. Capaz de dejar tirada a la mujer amada por hacer una foto, Miguel vive por y para la fotografía. Claro que la gente da sorpresas, y Miguel tiene pinta de darlas. No me sería difícil imaginarlo vestido de tirolés en medio de una montaña nevada. Después de todo, tiene pinta de alemán, con su acento de vete tu a saber dónde. Me he enterado de que es catalán.
Y, después de pasar del odio al amor, he de decir que cumplió -con creces- su objetivo. Salí de clase con ganas de retratar el mundo, las personas, de hacerme autorretratos, de limitar mi campo de acción… O de sentarme delante de una foto y observarla.
Ha conseguido lo que ningún profesor de la escuela ha hecho: devolverme la ilusión por tomar fotos. (Dónde la perdí).
Algunas de sus frases: A veces el problema es la comunicación, el exceso de comunicación / ¡¡A la mierrrrda!! / Hay que saber qué fotos no quiere uno hacer / Hay que limitar el estudio porque te vuelves loco (leer, leer) / ¿Y si hablara un rueda? Os imagináis las de kilómetros que habrá hecho… / Estamos en un momento de reflexión sobre este mundo que está hecho un guiñapo / Correr más es pegarse la hostia antes / Más reflexión y menos Cartier-Bresson… Anda, mira, ¡si rima! / Porque el gusto es como el culo, todo el mundo tiene uno / Tu dinero es tan válido como el de otros y lo has ganado haciendo fotos. ¿Habéis probado a llenar el carrito hasta arriba? Pensar en ese día y en que lo has llenado haciendo fotos, te hace pensar que eres la hostia / Es taaaaan funny... / Si no conocéis Nueva York, vuestra vida no está completa
Así es.
He de decirlo, me gusta cómo dice que saca las fotos (y he comprobado que muchas veces –no siempre- es así). A veces me divierte sacar fotos fuera de la realidad pero odio colocar luces aquí y allá, odio tener que cargar con un equipo inacabable y estar más de 2 horas colocando todo. Su “menos es más” lo voy a hacer mío. Una cámara y punto. Y, si es muy necesario, una luz. Las 2 horas son para pensar la fotografía. Me gusta. Como él dice, "¿quién coño tiene una luz que le viene de la cabeza como si fuera un puto santo?".
Decía que Miguel acaba siéndole simpático a uno. A pesar de su ridículo pelo pajizo o rojo. O rojo desgastado. A pesar del negro eterno de sus ropas y su aire de perdido. A pesar del tono rosado de su piel. Y, sobre todo, a pesar de su absurdo sentido del humor que te hace reír por la poca gracia que tiene. Lo mismo que su aspecto desaliñado.
He visitado su web. Porque Miguel es un fotógrafo famoso y tiene web. No le creí el primer día, no por lo de famoso; no sé por qué no podía imaginarme sus fotos más allá de fotos de calendario de alguna marca alcohólica. He visto que algunas de sus fotos rayan la suciedad (refiriéndome a la mirada) pero sin llegar a ella. Un equilibrio difícil de conseguir. O te pasas, o te quedas corto. Miguel se queda ahí, justo en el límite. Y eso que él tiene pinta de hacer fotos para camioneros.
En el fondo es un tipo al que le gusta oírse. Habla mucho, de fotografía pero siempre acaba refiriéndose a sí mismo. Dice que está en una época de reflexión, que ha dejado de ganar mucha pasta para hacer un viaje por el mundo de la fotografía y por él mismo. Y me lo creo. Porque es un tarado, en el buen sentido -que ahora le tengo simpatía-. Un loco que vive dentro de una cámara de fotos, rodeado de libros. Se dió cuenta de lo que le faltaba por aprender –aprehender, dijo él-.
La fotografía es tan amplia como queramos y es necesario limitar el área por la que queremos movernos para no volvernos locos. Él lo hizo durante un tiempo y ahora es cuando ha decidido ver no dónde esta su límite sino el de la fotografía en sí. Capaz de dejar tirada a la mujer amada por hacer una foto, Miguel vive por y para la fotografía. Claro que la gente da sorpresas, y Miguel tiene pinta de darlas. No me sería difícil imaginarlo vestido de tirolés en medio de una montaña nevada. Después de todo, tiene pinta de alemán, con su acento de vete tu a saber dónde. Me he enterado de que es catalán.
Y, después de pasar del odio al amor, he de decir que cumplió -con creces- su objetivo. Salí de clase con ganas de retratar el mundo, las personas, de hacerme autorretratos, de limitar mi campo de acción… O de sentarme delante de una foto y observarla.
Ha conseguido lo que ningún profesor de la escuela ha hecho: devolverme la ilusión por tomar fotos. (Dónde la perdí).
Algunas de sus frases: A veces el problema es la comunicación, el exceso de comunicación / ¡¡A la mierrrrda!! / Hay que saber qué fotos no quiere uno hacer / Hay que limitar el estudio porque te vuelves loco (leer, leer) / ¿Y si hablara un rueda? Os imagináis las de kilómetros que habrá hecho… / Estamos en un momento de reflexión sobre este mundo que está hecho un guiñapo / Correr más es pegarse la hostia antes / Más reflexión y menos Cartier-Bresson… Anda, mira, ¡si rima! / Porque el gusto es como el culo, todo el mundo tiene uno / Tu dinero es tan válido como el de otros y lo has ganado haciendo fotos. ¿Habéis probado a llenar el carrito hasta arriba? Pensar en ese día y en que lo has llenado haciendo fotos, te hace pensar que eres la hostia / Es taaaaan funny... / Si no conocéis Nueva York, vuestra vida no está completa
Así es.
lunes, 22 de septiembre de 2008
Una sorpresa y una buena película
Ayer fui a ver la nueva a Woody Allen y me llevé una -buena- sorpresa. Últimamente, me imagino que como muchos, he cogido manía a esta panda (el Bardem, Pe, Scarlett...) y había dicho que no vería esta película. A pesar de tener que ver las película sentado en el pasillo por haber llegado tarde, recomiendo "Vicky Cristina Barcelona".
Lo mejor:
*Es una película para verla en versión original. No sólo por la voz de tonta del culo que le ponen al doblar a Scarlett; hay cambio de idioma en las conversaciones y Penélope siempre está mejor cuando no se dobla a sí misma (qué empeño pone la chiquita y qué mal resultado cuando lo hace, mil veces mejor así).
*Ver que la Penélope de "Volver" no fue un espejismo. Nunca me ha gustado cómo actúa y, poco a poco, me va ganando.
*Ya lo he dicho, pero insisto, la voz de Scarlett.
*Bardem (como siempre).
Lo peor:
*¿A qué viene ese cartel de la película? No me gusta.
* La mitad de la película está fuera de foco. Supongo que tratándose de Woody Allen tendrá algún sentido y lo habrá hecho adrede pero, desde luego, no lo parece... Aunque claro, gran parte del equipo no era el suyo.
*Que se nota que Barcelona está metida con calzador hasta en el título. Que sí, que queréis convertir Barcelona en la ciudad de moda. Hay maneras más elegantes de hacerlo.
Puntuación: 9 (por aquello de que nunca hay que dar un 10)
Lo mejor:
*Es una película para verla en versión original. No sólo por la voz de tonta del culo que le ponen al doblar a Scarlett; hay cambio de idioma en las conversaciones y Penélope siempre está mejor cuando no se dobla a sí misma (qué empeño pone la chiquita y qué mal resultado cuando lo hace, mil veces mejor así).
*Ver que la Penélope de "Volver" no fue un espejismo. Nunca me ha gustado cómo actúa y, poco a poco, me va ganando.
*Ya lo he dicho, pero insisto, la voz de Scarlett.
*Bardem (como siempre).
Lo peor:
*¿A qué viene ese cartel de la película? No me gusta.
* La mitad de la película está fuera de foco. Supongo que tratándose de Woody Allen tendrá algún sentido y lo habrá hecho adrede pero, desde luego, no lo parece... Aunque claro, gran parte del equipo no era el suyo.
*Que se nota que Barcelona está metida con calzador hasta en el título. Que sí, que queréis convertir Barcelona en la ciudad de moda. Hay maneras más elegantes de hacerlo.
Puntuación: 9 (por aquello de que nunca hay que dar un 10)
Una película increible. Muy, pero que muy, recomendable. Por su originalidad, por su realismo y por los actores. Divertida verla en italiano.
Puntuación: 9 (también se merecería un 10).
*Nunca me había gustado ver las películas en versión original pero tengo un cine Renoir justo al lado de mi casa y me estoy aficionando. Me está gustando.
viernes, 19 de septiembre de 2008
Coruña
miércoles, 17 de septiembre de 2008
Hoy es el día
Hoy he vuelto a la infancia. Como un niño, me he pasado la mañana arrodillado delante de los coches haciendo "pssss, psss, pssss...".
Primero ha sido un gorrioncillo que no podía volar. Deberían enseñarnos cómo llamar a los pájaros para que se acerquen porque me he pasado mi cuarto de hora ahí y mis señales no han surtido efecto y el pajarillo se ha quedado ahí entre las cuatro ruedas, justo en el medio.
Sigo andando y me encuentro un gatito de no más de un mes y medio solo, negro, con las patas y la tripa blanca y los ojos amarillos -"Mamá, te prometo que me estaba mirando y me maullaba a mí, no he podido dejarlo en la calle... ¿me lo puedo quedar? ¡porfi, porfi, porfi!"-. He ido al logopeda y he vuelto y ahí seguía con los mismos ojos -"Me miraban, de verdad, va en serio"-. Un gato juguetón. La primera vez se ha asustado por un coche y se ha metido debajo de otro. He conseguido que saliera pero seguido se ha ido a un jardín cercano. A la vuelta del médico, ahí estaba, -"Me estaba esperando, es el destino"-, he jugado un rato con él mientras hacía llamadas para ver quién podía adoptarlo o, por lo menos, a ver quién podía acogerlo temporalmente hoy porque a la oficina no iba a poder llevármelo... Entre una cosa y otra, el gato se volvió a asustar.
Lo he dejado ahí, en el jardín privado de la urbanización en la que se ha colado, convenciéndome de que su madre estaría por ahí y no quería ser yo quien convierta en Madelaine al gatito. Su familia gatuna andaría por ahí maullando tristemente -"Parecen niños cuando maullan"-.
No obstante, siempre me quedará la duda de si los animales tienen realmente sentimientos humanos o somos nosotros, los dueños de mascotas, quienes se los atribuimos. Claramente si coges un animal de su hábitat natural y le encierras en una jaula o en un zoo, el animal sufrirá y el cambio de situación le causará estrés. ¿Pero hasta qué punto echa de menos a su familia, su árbol, su campo... y no es simplemente el cambio de situación el que le crea el malestar?
Hablando de zoos. Creo que no hay que tener pena por los animales nacidos en cautividad ya que, para ellos, su entorno es en el que han nacido, no hay estrés ni cambios de ambiente por lo que están perfectamente habituados. Dicen que perdieron su instinto pero realmente -yo opino que- nunca lo tuvieron, como el que nace ciego. Otro cantar son los que son hechos presos ya adultos y se les arranca de la selva o la montaña para encerrarlos para uso y disfrute de los humanos.
Nunca me gustarán los zoos.
Primero ha sido un gorrioncillo que no podía volar. Deberían enseñarnos cómo llamar a los pájaros para que se acerquen porque me he pasado mi cuarto de hora ahí y mis señales no han surtido efecto y el pajarillo se ha quedado ahí entre las cuatro ruedas, justo en el medio.
Sigo andando y me encuentro un gatito de no más de un mes y medio solo, negro, con las patas y la tripa blanca y los ojos amarillos -"Mamá, te prometo que me estaba mirando y me maullaba a mí, no he podido dejarlo en la calle... ¿me lo puedo quedar? ¡porfi, porfi, porfi!"-. He ido al logopeda y he vuelto y ahí seguía con los mismos ojos -"Me miraban, de verdad, va en serio"-. Un gato juguetón. La primera vez se ha asustado por un coche y se ha metido debajo de otro. He conseguido que saliera pero seguido se ha ido a un jardín cercano. A la vuelta del médico, ahí estaba, -"Me estaba esperando, es el destino"-, he jugado un rato con él mientras hacía llamadas para ver quién podía adoptarlo o, por lo menos, a ver quién podía acogerlo temporalmente hoy porque a la oficina no iba a poder llevármelo... Entre una cosa y otra, el gato se volvió a asustar.
Lo he dejado ahí, en el jardín privado de la urbanización en la que se ha colado, convenciéndome de que su madre estaría por ahí y no quería ser yo quien convierta en Madelaine al gatito. Su familia gatuna andaría por ahí maullando tristemente -"Parecen niños cuando maullan"-.
No obstante, siempre me quedará la duda de si los animales tienen realmente sentimientos humanos o somos nosotros, los dueños de mascotas, quienes se los atribuimos. Claramente si coges un animal de su hábitat natural y le encierras en una jaula o en un zoo, el animal sufrirá y el cambio de situación le causará estrés. ¿Pero hasta qué punto echa de menos a su familia, su árbol, su campo... y no es simplemente el cambio de situación el que le crea el malestar?
Hablando de zoos. Creo que no hay que tener pena por los animales nacidos en cautividad ya que, para ellos, su entorno es en el que han nacido, no hay estrés ni cambios de ambiente por lo que están perfectamente habituados. Dicen que perdieron su instinto pero realmente -yo opino que- nunca lo tuvieron, como el que nace ciego. Otro cantar son los que son hechos presos ya adultos y se les arranca de la selva o la montaña para encerrarlos para uso y disfrute de los humanos.
Nunca me gustarán los zoos.
lunes, 15 de septiembre de 2008
Lunes, martes... ¡¡viernes!!
Mis semanas pasan esperando a que llegue el fin de semana. Cada año tengo un calendario más y más apretado. Si quiero hacer algún plan en un fin de semana, tengo que mirar el calendario de noviembre para encontrar un hueco libre, ni que fuera un ministro. Pero uno no se da cuenta y va planeando viajes, encuentros familiares, barbacoas en Goizueta... y, de repente, ve que ¡un mes sólo tiene 4 fines de semana!
Y, de repente, uno se da cuenta también de que las semanas pasan volando y, por raro que parezca, los dos días de fiesta se expanden y parecen durar mucho más que el resto de la semana. Será que, según estreno una semana, fijo mis ojos en el viernes y según veo que el domingo se acerca intento frenar la llegada del lunes.
Así, semana tras semana... ¡ya estamos en septiembre! Oficialmente, se acabó el verano.
Y, de repente, uno se da cuenta también de que las semanas pasan volando y, por raro que parezca, los dos días de fiesta se expanden y parecen durar mucho más que el resto de la semana. Será que, según estreno una semana, fijo mis ojos en el viernes y según veo que el domingo se acerca intento frenar la llegada del lunes.
Así, semana tras semana... ¡ya estamos en septiembre! Oficialmente, se acabó el verano.
jueves, 11 de septiembre de 2008
Tic tac, tic tac...
Que no, que ya no vas a los sitios y eres el más pequeño, asúmelo. Ahora hay gente más joven que tú. Tú ya has pasado la treintena y no eres un niño, ni lo sueñes, a pesar de los tardíos granos acneicos que luces, no lo eres. Mírate al espejo y examina tu rostro; algunas arrugas ya hay, ¿no? Y esa tripita... ¿Y cuánto tardas en recuperarte de una noche de marcha? En fin... Los años pasan para todos.
Es mentira que podamos ser "Peter Panes" hasta que nos venga en gana. Lo que digo es que nos hacen creer que ahora la vida es más larga y que somos jóvenes eternos. Yo opino que no. Opino que una persona de 35 años no puede hacer la misma vida que uno de 25. Para algo debería valer la experiencia, los años vividos, los errores cometidos...
Lo difícil del asunto es que todo está montado para los niños grandes. Y de repente te das cuenta de que en realidad sí querías haber tenido un término medio; ni una vida como la de tus padres, ni seguir haciéndote dos coletas a los 40. Nunca es tarde pero es verdad que el reloj no se para ni da marcha atrás.
Es mentira que podamos ser "Peter Panes" hasta que nos venga en gana. Lo que digo es que nos hacen creer que ahora la vida es más larga y que somos jóvenes eternos. Yo opino que no. Opino que una persona de 35 años no puede hacer la misma vida que uno de 25. Para algo debería valer la experiencia, los años vividos, los errores cometidos...
Lo difícil del asunto es que todo está montado para los niños grandes. Y de repente te das cuenta de que en realidad sí querías haber tenido un término medio; ni una vida como la de tus padres, ni seguir haciéndote dos coletas a los 40. Nunca es tarde pero es verdad que el reloj no se para ni da marcha atrás.
miércoles, 3 de septiembre de 2008
Ojito
Cada día me reafirmo más en mi postura de que deberíamos volver a las cámaras de carrete, al menos en cuanto a cámaras domésticas se refiere. (Y aquí va que ni pintada la frase de Nicolás "aunque sea como escupir hacia arriba")
Antes volvías de vacaciones, llegabas a la oficina y, como mucho, veías 24 ó 36 fotos por compañero. Ahora el que menos tiene 100 fotos que quiere que todos vean y, por supuesto, todas comentadas. Y tú, ahí, de pie al lado de su ordenador, te las tragas toditas.
Antes se sacaban las fotos que de verdad se querían tener para recordar el momento. Ahora se trata de joder al personal sacando su peor momento para luego colgar en Internet la instantánea. Y aunque me sacaran el perfil bueno, ¿quién te ha dicho que yo quiero que distribuyas mi foto por email a todos los amigos o que me apetece que la cuelgues en Facebook o similares? Aquí no funciona el "si no quieres que te hagan algo, tú no lo hagas". Porque yo no lo hago. Y ya ves tú.
Un peligro, ya lo digo, un peligro. ¿Cómo le llaman? ¿La "democratización de las cámaras digitales"? Algo así. Nunca estuve tan en contra de la democracia. Voto por la dictadura más pura. No a las cámaras compactas digitales. Y el que quiera tener la foto, que pague el revelado y escanee el papel. Vamos, que digo yo que algún esfuerzo tendrán que hacer los hijosputa, ¿no? (como me dijeron ayer, yo -lo de hijoputa- lo digo desde el cariño y tú escúchalo desde la comprensión).
Antes volvías de vacaciones, llegabas a la oficina y, como mucho, veías 24 ó 36 fotos por compañero. Ahora el que menos tiene 100 fotos que quiere que todos vean y, por supuesto, todas comentadas. Y tú, ahí, de pie al lado de su ordenador, te las tragas toditas.
Antes se sacaban las fotos que de verdad se querían tener para recordar el momento. Ahora se trata de joder al personal sacando su peor momento para luego colgar en Internet la instantánea. Y aunque me sacaran el perfil bueno, ¿quién te ha dicho que yo quiero que distribuyas mi foto por email a todos los amigos o que me apetece que la cuelgues en Facebook o similares? Aquí no funciona el "si no quieres que te hagan algo, tú no lo hagas". Porque yo no lo hago. Y ya ves tú.
Un peligro, ya lo digo, un peligro. ¿Cómo le llaman? ¿La "democratización de las cámaras digitales"? Algo así. Nunca estuve tan en contra de la democracia. Voto por la dictadura más pura. No a las cámaras compactas digitales. Y el que quiera tener la foto, que pague el revelado y escanee el papel. Vamos, que digo yo que algún esfuerzo tendrán que hacer los hijosputa, ¿no? (como me dijeron ayer, yo -lo de hijoputa- lo digo desde el cariño y tú escúchalo desde la comprensión).
martes, 2 de septiembre de 2008
La Década Prodigiosa - Los 80...vas a enloquecer 1989
Pufff... recuerdos de viajes, de comics debajo de los libros de estudiar...
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