¿No somos nosotros los primeros en reírnos -y ridiculizar- de todo y de todos a través del papel, de la TV, de la radio y de todas las maneras posibles? Qué ha pasado que ya no somos capaces de reírnos de nosotros mismos... y, mucho menos, de dejar que otros hagan chistes. Si los leperos se enfadaran así cada vez que alguien hace una gracia a su costa, o los giputxis... ¿Dónde está nuestro sentido del humor?
Lo más triste no es que lo hayamos perdido, que pena ya me da... Lo más triste es que, con lo que tenemos encima, unos guiñoles se hayan convertido en cuestión de estado (literalmente).
Sinceramente, señores, a mí me importa mucho más la reforma laboral, el paro, cómo empresas se aprovechan de la crisis para hacer limpieza y muchas otras cosas más. Entre ellas, me importa mucho más que un guiñol francés qué película ver esta noche, si La Cinta Blanca o Gato Negro Gato Blanco.
He dicho.
domingo, 12 de febrero de 2012
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