Vivir en un palomar tiene algunas ventajas. Aún viviendo en Madrid, tengo silencio, me parece volver a esos veranos eternos cuando subíamos y nos sentíamos invencibles, por encima del bien y del mal, oyendo a lo lejos las voces de la piscina e intentando adivinar de quién eran. Desde mi tejado veo tejados vecinos, multitud de ellos, con sus tejas rojizas, sus chimeneas, sus grietas en las fachadas y sus palomas y sólo echo en falta el revoloteo de las golondrinas, desayunar molleta en la terraza todos juntos y por turnos. A ratos cruje alguna bisagra mal engrasada y mi morriña aumenta y pienso en la puerta de la terraza, en el toldo chirriante. En mi tejado me tumbo y pienso. Habría sido imperdonable llevar entonces a nadie y lo es ahora, en momentos como éste. En mi tejado sí, me siento invencible.
2 comentarios:
desde lo alto se sueña con alcanzar lo imposible y tiñe el día gris de color de rosa y nos parece oír los trinos de las alegres golondrinas, esta asturiana te manda un besin, te da las gracias por tu bello texto y te invitar a no bajar de tu tejado para que así sigas siendo feliz.
Me has recordado mi infancia...
De pequeña subía al palomar a llorar cuando estaba triste. Me metía dentro y cerraba la portaza de madera y tela metálica.
Le cantaba a las palomas, hablaba con ellas, pensaba y escribía en mi diario... Más de una vez me encontró mi abuela allí dentro, ya anochecida y durmiendo.
Tu tejado, bien mirado, es la gloria. La casa de uno es muy importante y la llevamos a cuestas como los caracoles.
Disfruta tu palomar.
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