martes, 22 de diciembre de 2009

Bonita mierda blanca

Ahí estaba yo, en la puerta del hotel, viendo caer los primeros copos de nieve del año. Todo el mundo debería tener ese momento al menos una vez en la vida. Ese momento, recién levantado, en el que sale a la calle y ve todo blanco. En ese instante volvieron a mí todos los perdidos sentimientos navideños... volví a sentirme niño.

Ese día desayuné dos veces, antes y después del paseo por el parque Juan Carlos I. Primeras pisadas por la nieve virgen (alguien me dijo que la nieve hacía perder la noción de los límites), entre olivos blanquecinos y pájaros invernales. Un buen paseo que arregló mi mañana y compensó el tremendo catarro que pesqué por salir al frío siberiano con menos ropa de la que debiera. Ya me dicen que yo visto igual en invierno que en verano, siempre he tenido un punto masoca.

Era bonito, todo era perfecto. Hasta que me di cuenta de que mi DNI no aparecía y tenía que ir al aeropuerto a coger un vuelo. Vuelta a la oficina, el suelo medio helado, medio encharcado, medio nevado. Me caí. Me levanté. Conseguí el DNI aunque para ello tuviera que sacar a mi ángel de la guarda de la bañera... Son varias las que le debo... Ya en el taxi empecé a sentir que el frío había aprovechado mis zapatos otoñales para entrar por los pies e ir ascendiendo por mi vaquero mojado hasta instalarse en mi cabeza y hacerla retumbar. Llegué al aeropuerto a tiempo.

La marabunta me esperaba, colas inmensas de reclamantes pasajeros de vuelos cancelados. Nieve. Facturo y tengo la suerte de que mi vuelo no está cancelado, eso sí, no tenía ni puerta de embarque, ni hora fija de salida. Encomiendo mi maleta a San Petronilo y la dejó tiritando en la cinta de equipajes, nos separamos con pena sin saber si volveremos a vernos. Al fin y al cabo, era una buena maleta.

Lo bueno que tienen los infortunios masivos es que la desgracia une y ahí nos juntamos un curioso grupo sin manzanas podridas, que pasó la mañana -y parte de la tarde- echando unas risas viendo cómo la azafata de tierra las pasaba canutas. Pobre mujer, su suspiro de alivio hizo temblar el avión cuando subimos. Ya estaba calva.

Después de rumores de cancelación, 3 cambios de puerta y varias carreras con codazos incluidos de los pasajeros, me vi montado el avión con 3 horas de retraso y una negra a mi lado que se pasó medio viaje pidiendo un tenedor. La aventura terminó cómo no, con una última persecución en pos del avión. Debe ser que tienes razón y la nieve borra los límites porque el piloto confundió la puerta, liando la de San Quintín...

Emotivo reencuentro con mi maleta gris.

Barcelona me recibió llorando, gris, húmeda. Madrid cómo te echo de menos. Incluso con tu caótica nieve, incluso con tu frío, a pesar de todo... Madrid.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

De Madrid al cielo,que se suele decir. Para todo lo demás, Canarias, Paraíso natural.
23º de temperatura. Je.

anapedraza dijo...

¡Hola Ramón!

Algo en Madrid también te echa de menos.

Disfruta de las fiestas.

¡Un abrazo!

MIGUEL