Hoy me he levantado a las 4 y media de la mañana. No he podido pegar ojo así que casi me da un infarto al mirarme en el espejo; ahí he terminado de despertarme. Por una vez, quería hacer las cosas con calma, así que ayer planché la camisa con todo cuidado y la dejé colgada; normalmente lo haría a última hora y acabaría llevando una chaqueta encima para disimular las arrugas. Preparé la ropa, el ordenador... todo listo y me fui a la cama a dar vueltas sin poder dormir. Incluso llamé a un taxi y tenía la tarjeta de embarque en papel. Vamos, que no me faltó detalle.
No es que sea nada especial, hoy tengo todo el día de reuniones en Madrid en mi antiguo trabajo y quería llegar con buena pinta después de casi 6 meses sin volver por ahí.
Juro que había salido de casa hecho un pincel, con mi desodorante nuevo, la colonia, los dientes lavados y recién duchado. La camisa con la marca de la plancha.
Bajo a la hora prevista y ahí está mi taxi, llegamos 20 minutos antes del embarque, así que directamente paso el control, con la calma, y busco mi puerta... ¿mi puerta? ¡dónde coño está mi puerta! Qué digo mi puerta... ¡¡mi vuelo!! Pues nada, cancelado. Voy a tres puntos de información, todos cerrados. Qué se puede esperar a las 6 menos cuarto de la mañana.
Milagrosamente, una segurata simpática que me "ayuda". Lo pongo entrecomillado porque la tipa podía haberme ahorrado el agobio de tener que salir y volver a hacer el control de seguridad si me hubiera dicho que los de información llegaban a las 6...
Así que ahí estaba yo, contando hasta 100 para no perder la calma, no porque fuera a llegar tarde a la reunión, que eso me importa un carajo (y más desde que ayer a mi jefe le diera un amago de ataque y sólo pensara en llegar a una reunión) sino porque mi camisa ha empezado a lucir arrugas, me caían las gotas de sudor por la frente y los zapatos nuevos aún no están hecho a las pateadas rápidas.
Total que salgo y me informan de que me han puesto en el vuelo anterior al mío, es decir... ¡¡en 10 minutos!! ¡¡Joder!! Una carrerita más y llego a la puerta de los últimos y sin aliento. Todo vuelve a la normalidad con la azafata de tierra con cara de mala hostia, qué sería de los aeropuertos sin esas azafatas con cara de perro y peores humos. Así que he cogido aire y he puesto la mejor de mis sonrisas. Por fin, me deja pasar.
Llego a mi asiento y una pareja de ancianos que no saben cómo se desabrocha el cinturón.
Ay, mija, si es que pensaba que era como el del auto y es diferente. Sí, creo que por más que lo intentes abrir como el del coche, a la tercera vez deberías haberte dado cuenta ya. En fin. Se levantan y yo sonrío porque ellos no tienen la culpa de mi mal comienzo. Me siento, nos sentamos. Oigo "
hola". La buena mujer tiene ganas de hablar. ¿Quién coño tiene ganas de hablar a esas horas de la mañana? Contesto amablemente "
hola". "
Mira qué bien, a mi nieto lo han mandado para atrás y me mandan uno nuevo, ¿has visto papi?", todo aderezado con unas palmaditas en mi rodilla y otra en la de
papi.
"¿A dónde vas?". "
A Madrid". Como yo no preguntaba nada, me dice "
Nosotros vamos más lejos". En vista de mis pocas ganas a pesar de mi sonrisa, se ha callado y se ha dedicado a martillear a la azafata, que se las ha visto y deseado para que la señora entendiera por qué no estaba puesta en su billete la puerta de embarque para el vuelo que tomarán a las 12 de la mañana.
Era de esas personas que nunca ha cogido un avión o, como mucho, ha cogido uno más. Que no tengo nada en contra pero me hace gracia cómo cogía el reloj por si perdía el vuelo de las 12 de la mañana y aún no eran ni las 7. Yo no he empezado bien el día pero eran una pareja simpática. O lo eran antes de que la abuelita me tirara las migas con chocolate de la napolitana que cogió del desayuno del hotel. A los mayores hay que respetarles, así que respiro hondo, una vez más, y giro mi cabeza. Milagrosamente no parezco una gallina pinta con chocolate en mi camisa blanca ex-planchada.
Se relaja la buena mujer, se pone a llorar un niño. ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Espero que mi día vaya mejor.
Llego a Madrid y ahora estoy en un Dunkin Donuts... todo sigue mal. No hay chocolate, así que estoy tomando café, voy a acabar cardíaco. He elegido el donuts más bonito y el que peor sabe. Definitivamente, hoy no es mi día. A todo esto; he llegado 3 horas antes porque el vuelo se ha adelantado y la reunión atrasado.
Resumiendo, nunca más sacaré la tarjeta de embarque por Internet, ni plancharé la ropa... la próxima vez lo haré como siempre; todo a último momento. Esto es como cuando estudiaba para un examen y sacaba peor nota que cuando me lo leía a última hora.