Por Dios, qué chulería, que mal hacer, que poca humildad y que ganas de meter el dedo en el ojo. Que digo yo que si uno entrega un pedido dos meses más tarde, lo hace mal, se lo corrigen, lo vuelve a hacer mal, se lo vuelven a corregir y encima exige rapidez (cuando hablo de rapidez digo que nos da 2 horas...), que digo yo que después de todo esto más le valía mostrar un poco de humildad a la tipa. No sólo porque ahora la haya pifiado, sino porque con humildad a lo mejor hasta se le daba una segunda oportunidad. No hay cosa que menos soporte que la chulería de quien sabe que ha cometido un error y no es capaz de admitirlo. Porque errores tenemos todos.
Ala, Bárbara, maja, ¡a tomar viento!
martes, 26 de agosto de 2008
lunes, 25 de agosto de 2008
Para M.
¡Qué tontas son las mujeres que temen a un ratón y no temen al hombre, que es el animal peor!
*Alguien me dijo esta frase este fin de semana y, desde luego, me pareció más que apropiada para ti (en esta ocasión para ti; en muchas otras para tantas otras...)
jueves, 21 de agosto de 2008
Plumillas...
Avergonzado me encuentro. Hoy es un día de esos en los que entiendo a aquellos de que tratan de hijos de perra a los periodistas. Me gustaría poder decir "Yo estudié Publicidad" o que, en realidad, soy economista; pero no. Sólo queda decir, por consuelo, que no todos somos iguales.
Hasta dónde informar, hasta dónde se puede llegar sin pisotear la privacidad y sin pasarse por el aro la calidad humana y los principios que uno pueda tener. Claro que no todo el mundo tiene principios y hay quien considera la imagen de un cadáver chamuscado información de interés público.
Ayer todos nos estremecimos con la noticia del accidente de Barajas. Más de cien muertos (y eso que empezaron por 7), que se dice pronto. Información del vuelo, horarios, tipo de avión, consulta a expertos, etc., etc., etc. Información pura y dura.
Y llegó el morbo. Imágenes de los heridos por doquier, imágenes de los familiares en shock (algunos hablaban, los menos), imágenes de los voluntarios y equipos médicos también bastante afectados (como en la guerra, decían).
Incluso a un espabilado -supongo/espero que el becario de turno o un plumilla venido de la prensa del corazón (lo cual dice bastante de sus principios profesionales)- se le oyó preguntar, micrófono en mano "¿Alguna declaración?" a un familiar lloroso y desesperado que acababa de llegar al aeropuerto. Increible pero cierto.
Según dijeron, existen imágenes del lugar del accidente -a pocos minutos de que se éste produjera- grabadas por personal sanitario y voluntarios que se acercaron a echar una mano. Y, según dijeron, un juez ha prohibido su emisión. Un aplauso para él. Aunque, como esto es España y no EEUU donde tienen el culo pelado en cuanto a censura se refiere, esas imágenes saldrán a la luz pública.
Además de avergonzarme, hoy es el día también en que me alegro de haber dejado atrás mi etapa de reportero de calle y haberme dirigido por otros derroteros.
Hasta dónde informar, hasta dónde se puede llegar sin pisotear la privacidad y sin pasarse por el aro la calidad humana y los principios que uno pueda tener. Claro que no todo el mundo tiene principios y hay quien considera la imagen de un cadáver chamuscado información de interés público.
Ayer todos nos estremecimos con la noticia del accidente de Barajas. Más de cien muertos (y eso que empezaron por 7), que se dice pronto. Información del vuelo, horarios, tipo de avión, consulta a expertos, etc., etc., etc. Información pura y dura.
Y llegó el morbo. Imágenes de los heridos por doquier, imágenes de los familiares en shock (algunos hablaban, los menos), imágenes de los voluntarios y equipos médicos también bastante afectados (como en la guerra, decían).
Incluso a un espabilado -supongo/espero que el becario de turno o un plumilla venido de la prensa del corazón (lo cual dice bastante de sus principios profesionales)- se le oyó preguntar, micrófono en mano "¿Alguna declaración?" a un familiar lloroso y desesperado que acababa de llegar al aeropuerto. Increible pero cierto.
Según dijeron, existen imágenes del lugar del accidente -a pocos minutos de que se éste produjera- grabadas por personal sanitario y voluntarios que se acercaron a echar una mano. Y, según dijeron, un juez ha prohibido su emisión. Un aplauso para él. Aunque, como esto es España y no EEUU donde tienen el culo pelado en cuanto a censura se refiere, esas imágenes saldrán a la luz pública.
Además de avergonzarme, hoy es el día también en que me alegro de haber dejado atrás mi etapa de reportero de calle y haberme dirigido por otros derroteros.
sábado, 16 de agosto de 2008
R.E.M- Everybody hurts En concierto Live 8
Es así. A veces hacemos daño. A veces nos lo hacen a nosotros. Como todo, hay que ver la intención. ¡Suerte!
Hombres G - Devuelveme A Mi Chica
¡Winifer!
Sandwich de pepino y patatas con sabor a cebolla... mmmmm... acuérdate de traerme patatas con sabores raros, de esas bolsas gigantes llenas de minibolsas. Y contesta a los mails ;-)
¡Buen viaje!
viernes, 8 de agosto de 2008
¿Qué pasó con mi tiempo libre?
Me agobio sólo de pensarlo. De pensar el qué. De pensar que mi tiempo libre no es tiempo libre. Es una trampa. Que la jornada intensiva no es para tumbarte a la bartola sino para prepararte. Preparate para qué. Para el futuro. Para qué futuro. Para ser alguien. Qué es ser alguien.
Parecía fácil. Terminas el cole, te sacas la correspondiente titulación, haces prácticas y te pones a trabajar.
¡Iluso!
El mercado laboral es un juego diabólico. Nadie te dice que pienses muy bien qué quieres ser antes de elegir una carrera. No vale que te guste la carrera porque tienes que ver a qué te podrás dedicar y qué puertas te cierras. Nadie te dice que elijas muy bien en qué empresas y haciendo qué haces las prácticas los primeros años porque eso determinará en qué sector vas a desarrollar tu carrera profesional. Nadie te dice que es practicamente imposible cambiar de sector a no ser que seas director y entonces, por supuesto, puedes hacer lo que te venga en gana. Nadie te dice que hay que trabajar durante la carrera como si te fuera la vida en ello.
Y, por supuesto, nadie te dice que a los 30 tienes que llegar con varias maletas: una con el MBA, dos más para los dos idiomas (trilingüismo es la palabra de moda), otra para los cursos de formación que hayas hecho por tu cuenta y por cuenta de las empresas en las que hayas trabajado, una más para tus estancias en el extranjero de prácticas, estudiando o trabajando... Ahí es nada.
Y lo dice el mercado. Qué mercado. El mercado laboral.
Estamos en crisis (ah, no, desaceleración económica, chúpate esa), ni aún con todo esto podrás conseguir el trabajo que quieres. ¿Qué trabajo quieres?
Después de años haciendo currículum, estoy hasta la... la nariz, vamos a no ofender. Harto que estoy de hacer mil cursos, ya no me acuerdo ni de en cuántas empresas he estado de prácticas (sin cobrar). ¿Y todo esto para qué? ¿Quién va a devolverme en días libres los años que trabajé durante la carrera? ¿Y los que invertí en clases de inglés, mecanografía, informática, marketing y su puta madre? ¡Me los devuelvan!
Así, que, después de todo esto, ¡que le den al mercado! Me voy de vacaciones.
De hecho, ESTOY de vacaciones.
Parecía fácil. Terminas el cole, te sacas la correspondiente titulación, haces prácticas y te pones a trabajar.
¡Iluso!
El mercado laboral es un juego diabólico. Nadie te dice que pienses muy bien qué quieres ser antes de elegir una carrera. No vale que te guste la carrera porque tienes que ver a qué te podrás dedicar y qué puertas te cierras. Nadie te dice que elijas muy bien en qué empresas y haciendo qué haces las prácticas los primeros años porque eso determinará en qué sector vas a desarrollar tu carrera profesional. Nadie te dice que es practicamente imposible cambiar de sector a no ser que seas director y entonces, por supuesto, puedes hacer lo que te venga en gana. Nadie te dice que hay que trabajar durante la carrera como si te fuera la vida en ello.
Y, por supuesto, nadie te dice que a los 30 tienes que llegar con varias maletas: una con el MBA, dos más para los dos idiomas (trilingüismo es la palabra de moda), otra para los cursos de formación que hayas hecho por tu cuenta y por cuenta de las empresas en las que hayas trabajado, una más para tus estancias en el extranjero de prácticas, estudiando o trabajando... Ahí es nada.
Y lo dice el mercado. Qué mercado. El mercado laboral.
Estamos en crisis (ah, no, desaceleración económica, chúpate esa), ni aún con todo esto podrás conseguir el trabajo que quieres. ¿Qué trabajo quieres?
Después de años haciendo currículum, estoy hasta la... la nariz, vamos a no ofender. Harto que estoy de hacer mil cursos, ya no me acuerdo ni de en cuántas empresas he estado de prácticas (sin cobrar). ¿Y todo esto para qué? ¿Quién va a devolverme en días libres los años que trabajé durante la carrera? ¿Y los que invertí en clases de inglés, mecanografía, informática, marketing y su puta madre? ¡Me los devuelvan!
Así, que, después de todo esto, ¡que le den al mercado! Me voy de vacaciones.
De hecho, ESTOY de vacaciones.
jueves, 7 de agosto de 2008
Desencuentros
Me vestí, me arreglé, mira tú que yo no soy de los que usan colonia y hasta colonia me puse ese día. Salí de casa, más puntual que otras veces a sabiendas de que no estarías aún, atrás quedaron los 15 y 30 minutos de espera (tuya).
Esperé en el banco de debajo de casa a que llegaras y llegaste, tú sí, puntual como un clavo. Porque puntual no es el que llega quince minutos antes si no el que llega a la hora acordada, ni antes ni después.
Dos besos, cuánto tiempo, bonita camisa, bonitos zapatos, bonita tú, bonito yo. Qué bonito. Bonito todo, el restaurante al que fuimos -bonito recuerdo-, el bar de después, la barra y las velas. Bonito.
Y yo tan contento que me fui / Y tan triste que te fuiste tú. Después de tanto tiempo y todo parecía estar bien / mal, todo. Y ahora me vienes con ésas / Y ahora me escribes. Sorprendido me quedo.
Quizás tengas toda la razón o, quizás, ninguna.
Es curioso cómo cada persona tenemos tan diferente percepción de lo que está pasando (lo que tú crees que está pasando, lo que realmente está pasando) que hasta puede parecer que ha estado cada uno en un lugar y momento diferente.
Cómo será que cada uno hemos pensado lo contrario -y tan contrario-. A veces pasa. Me dió pena que pasara. Pero me alegro de que lo hicieras, el escribirme digo.
Ahora entiendo los problemas diplomáticos, las peleas familiares que duran generaciones y las broncas entre amigos por la cortadora de césped.
Malentendidos, desencuentros...
Esperé en el banco de debajo de casa a que llegaras y llegaste, tú sí, puntual como un clavo. Porque puntual no es el que llega quince minutos antes si no el que llega a la hora acordada, ni antes ni después.
Dos besos, cuánto tiempo, bonita camisa, bonitos zapatos, bonita tú, bonito yo. Qué bonito. Bonito todo, el restaurante al que fuimos -bonito recuerdo-, el bar de después, la barra y las velas. Bonito.
Y yo tan contento que me fui / Y tan triste que te fuiste tú. Después de tanto tiempo y todo parecía estar bien / mal, todo. Y ahora me vienes con ésas / Y ahora me escribes. Sorprendido me quedo.
Quizás tengas toda la razón o, quizás, ninguna.
Es curioso cómo cada persona tenemos tan diferente percepción de lo que está pasando (lo que tú crees que está pasando, lo que realmente está pasando) que hasta puede parecer que ha estado cada uno en un lugar y momento diferente.
Cómo será que cada uno hemos pensado lo contrario -y tan contrario-. A veces pasa. Me dió pena que pasara. Pero me alegro de que lo hicieras, el escribirme digo.
Ahora entiendo los problemas diplomáticos, las peleas familiares que duran generaciones y las broncas entre amigos por la cortadora de césped.
Malentendidos, desencuentros...
miércoles, 6 de agosto de 2008
Bonito viaje
Bonito viaje el que me dieron la niña, su madre y listo de turno.
Iba yo tranquilamente volviendo a la capital, medio dormido en mi asiento... ¡Dos asientos para mí solo! Qué afortunado se siente uno cuando es el único de todo el autobús con esa suerte, ¡que se fastidien! Todo en silencio, todo el mundo tranquilo. De repente, tremenda arcada.
Ahí Dios quiso castigar mi suficiencia y ponerme al nivel del resto de mortales del bus, la vernganza no es buena Sir. La niña, la niña monísima del pelo trenzado a quien yo había sonreído al subir, esa niña se acababa de marear y nos hizo partícipes de su mareo al resto de viajeros. Para qué tanta generosidad, digo yo. Comienzan mis arcadas.
En ese momento olvidé que era una niña simpática con su mamá y sus juguetes para el viaje y pasé a odiar a todos los niños del mundo, por qué tienen que vomitar y por qué tiene que ser en el autobús, ¡precisamente en mi autobús!
En estas situaciones siempre hay un listo de los cojones que se las sabe todas. "Sabes, yo siempre me mareaba cuando era pequeño y mi madre, que siempre iba conmigo, me hacía sacar la cabeza por la ventana para que me diera el aire". Listo, muy listo. Es un A-U-TO-BÚS. No hay ventanas. Siguiente opción; "a veces funciona que se distraiga jugando". Claro, con sus juguetes llenos de vete-tú-a-saber-qué después del incidente.
A todo esto, la madre ni le miraba, la niña pasaba de él y lloraba y los demás estábamos deseando que el tipo se sentara en su sitio en vez de estar en jarras en el pasillo dando voces. Y la madre lo único que quería era un paquete de kleenex para limpiar a la niña y, de paso, pegarse ella una pasadita la pobre.
Le paso los kleenex entre los asientos (¿he mencionado ya que mi penitencia se situaba justo en el asiento de delante de mí? Creo que no. Y yo que me creía con suerte). La madre los coge con la mano pelín manchada. Más arcadas por mi parte (no sé qué voy a hacer si algún día tengo hijos).
Le paso también un chicle de menta. Y la voz del listillo "mi madre siempre me decía que esperara a echarlo todo antes de comer nada". Claro, sólo lleva media hora la pobrecilla, igual le queda el hígado dentro, mira tú. Total, que la mujer le sigue ignorando, intenta pelar el chicle, no puede. Le abro otro y se lo paso sin papel. Se lo da a la niña. Terminan de limpiarse. Me recordó a los animales cuando limpian a sus crías, bonita escena. Me hizo recordar a la simpática niña de las trenzas de colores del principio del viaje. Vuelven mis buenos sentimientos.
Por fin, el espontáneo se da por ignorado, se calla y se sienta. Todos suspiramos. La niña se calma. La madre se relaja. Todo vuelve a estar en silencio. Mis arcadas paran y puedo volver a mi duermevela.
Llego a Madrid.
Iba yo tranquilamente volviendo a la capital, medio dormido en mi asiento... ¡Dos asientos para mí solo! Qué afortunado se siente uno cuando es el único de todo el autobús con esa suerte, ¡que se fastidien! Todo en silencio, todo el mundo tranquilo. De repente, tremenda arcada.
Ahí Dios quiso castigar mi suficiencia y ponerme al nivel del resto de mortales del bus, la vernganza no es buena Sir. La niña, la niña monísima del pelo trenzado a quien yo había sonreído al subir, esa niña se acababa de marear y nos hizo partícipes de su mareo al resto de viajeros. Para qué tanta generosidad, digo yo. Comienzan mis arcadas.
En ese momento olvidé que era una niña simpática con su mamá y sus juguetes para el viaje y pasé a odiar a todos los niños del mundo, por qué tienen que vomitar y por qué tiene que ser en el autobús, ¡precisamente en mi autobús!
En estas situaciones siempre hay un listo de los cojones que se las sabe todas. "Sabes, yo siempre me mareaba cuando era pequeño y mi madre, que siempre iba conmigo, me hacía sacar la cabeza por la ventana para que me diera el aire". Listo, muy listo. Es un A-U-TO-BÚS. No hay ventanas. Siguiente opción; "a veces funciona que se distraiga jugando". Claro, con sus juguetes llenos de vete-tú-a-saber-qué después del incidente.
A todo esto, la madre ni le miraba, la niña pasaba de él y lloraba y los demás estábamos deseando que el tipo se sentara en su sitio en vez de estar en jarras en el pasillo dando voces. Y la madre lo único que quería era un paquete de kleenex para limpiar a la niña y, de paso, pegarse ella una pasadita la pobre.
Le paso los kleenex entre los asientos (¿he mencionado ya que mi penitencia se situaba justo en el asiento de delante de mí? Creo que no. Y yo que me creía con suerte). La madre los coge con la mano pelín manchada. Más arcadas por mi parte (no sé qué voy a hacer si algún día tengo hijos).
Le paso también un chicle de menta. Y la voz del listillo "mi madre siempre me decía que esperara a echarlo todo antes de comer nada". Claro, sólo lleva media hora la pobrecilla, igual le queda el hígado dentro, mira tú. Total, que la mujer le sigue ignorando, intenta pelar el chicle, no puede. Le abro otro y se lo paso sin papel. Se lo da a la niña. Terminan de limpiarse. Me recordó a los animales cuando limpian a sus crías, bonita escena. Me hizo recordar a la simpática niña de las trenzas de colores del principio del viaje. Vuelven mis buenos sentimientos.
Por fin, el espontáneo se da por ignorado, se calla y se sienta. Todos suspiramos. La niña se calma. La madre se relaja. Todo vuelve a estar en silencio. Mis arcadas paran y puedo volver a mi duermevela.
Llego a Madrid.
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