Vaya por delante que no quiero resultar retrógrado ni -en absoluto- ir en contra de los tiempos que corren hoy en día.
Confundido me hallo al haber descubierto a mi alrededor personas (sorpresa puesto que no me lo esperaba de ellas) asiduas al ciberespacio. Quizá deba admitir antes de nada que es posible que tenga algún tipo de prejuicio hacia todo tipo de relaciones (humanas se entiende) iniciadas en internet. Creo, de todas maneras, que no yerro mucho al decir que todos los tenemos en cierto modo.
He de reconocer que mi primera reacción al saber de una ciberrelación convertida en relación es negativa. Tiendo a relacionar chats, páginas de contactos y demás páginas con personas inseguras, raras y con algún tipo de limitación para establecer relaciones cara a cara con el resto.
Primero estarían las ciberrelaciones. Entiendo en este caso internet como una vía de escape donde puedes reinventarte a ti mismo y donde todo lo que dices puedes pensarlo mucho antes de escribirlo y darle a "enviar". Sin lugar para la espontaneidad, con demasiado hueco para la mentira... Quizá no es tanto mentir como obviar partes de tu vida que no gustan y prefieren esconderse (¿es mentir omitir la verdad?).
Se idealiza a la otra parte. No hay discusiones, no hay -en principio- nada malo... y engancha.
Algunos no pasan de chatear y otros van más allá, traspasan las pantallas y llegan a conocerse. Cabe la posibilidad del desengaño total (aunque no se mienta a veces basta con no haber dicho ciertos detalles para decepcionar; las expectativas están, por lo general, demasiado altas) pero no digo (¡Dios me libre!) que no pueda salir bien la cosa. Para muestra un botón. ¿Cuántas parejas, otrora ciberparejas, conocéis?
Hay quien defiende que internet es como un bar y que las personas esconden lo mismo a través de una pantalla que tomándose una copa. Todos intentamos mostrar nuestro mejor lado. De acuerdo. Llamadme antiguo, llamadme cerrado de mente. Sigo prefiriendo (de calle, que dirían algunos) conocer a alguien en persona y mirarle a los ojos, ver sus gestos y quedarme con la comunicación no verbal que deja escapar inconscientemente. Evidentemente, no me va a contar que su padre es alcohólico o totalmente feliz la primera vez pero en el primer golpe de vista pueden saberse muchas cosas (la primera impresión...).
Pero sin duda, lo que se lleva la palma, desde mi punto de vista -como siempre-, son las páginas donde se cuelgan fotos y los internautas las puntúan. Como gracia lo entiendo, incluso podría llegar a... bueno no. No podría, lo siento. No me gusta que haya fotos mías en internet. ¿Gente insegura que necesita subirse la moral? ¿Gente buscando sexo? ¿Gente...? Al parecer, gente normal.
Aquí me hallo, entre la sorpresa más absoluta y la más que probable ignorancia de lo que se cuece en el ciberespacio.
No quiero quemar los televisores porque vayan a acabar con los libros ni prohibir internet por ser nido de delincuencia, la mentira, los engaños y el sexo fácil. No quiero pecar de ser más papista que el papa pero... todo esto no acaba de convencerme.
Gente normal. Puede ser, por qué no.
Que nadie se sienta este artículo como crítica personal; cada cual elige sus hobbies y su manera de relacionarse. Lo único que importa es que cada uno sea fiel a sus principios, y coherente. Y que sea feliz. En el caso de esta gente normal es lo único que me importa.
Que sea feliz.