martes, 29 de marzo de 2011

Mi primer día

Una semana antes de nacer yo, mi madre tuvo un accidente. Nada aparatoso, nada sangriento; un accidente de lo más tonto, casi un incidente que acabó mal. Tan mal, que mi madre sólo podía seguir con “vida” enganchada a una máquina. Le mantuvieron así el tiempo justo para que yo naciera; después de todo, yo estaba bien. Me alegro de que lo hicieran aunque supongo que no fue fácil para mi padre ni para mis abuelos. Decir que me acuerdo de algo de aquel momento, sería mentir. Mi psicólogo dice que todo aquello influyó en mi manera de ser y en los problemas que ahora tengo. También dice que mi padre es el causante de muchos de mis males. Yo sé que él no lo hizo conscientemente, después de todo, yo nací el mismo día en que desenchufaron a mi madre. Técnicamente no podría decirse que yo matara a mi madre, pero supongo que mi padre sintió como si yo fuera un recambio que no llegaba ni a cubrir la mitad de lo que perdía. Ese día ganó un hijo lloriqueante, pequeño, indefenso, dependiente… y perdió el gran amor de su vida. No puedo culparle por dejarme en brazos de la enfermera y no querer cogerme según nací. No le culpo por haber corrido a despedirse de mi madre, aunque ella ya no pudiera oírle hacía días. Durante esa eterna semana, mi padre no se separó de mi madre, a cada rato le cogía la mano y le hablaba, todo lo que decía se lo decía a ella. Dicen que otros niños reconocen la voz de sus padres o una canción determinada cuando ya están en este mundo. Yo no sabría qué decir, no querría ser indiscreto, estoy seguro de que en esos días mi padre le contaba a mi madre cosas que yo no debería saber. En cualquier caso, yo tengo mucho cariño a mi padre. Al final me cogió en brazos, no el primer día, pero sí al cabo de cierto tiempo. Mi abuela se ocupó de mí hasta que él se repuso lo suficiente, no puedo decir que me faltara de nada. Así fueron mis primeros días.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder, unos primeros días muy duros para un bebé y para un padre...

VolVoreta dijo...

Sé cómo se sintió tu padre, puedo imaginar cómo te has sentido tú. Algunos spicólogos venden ayuda; el trabajo duro de pensar y llegar a conclusiones, comprender, es puramente personal.

Te dejo un beso, Ramón.