lunes, 14 de febrero de 2011

Ramón-gato

Otra de las cosas que me dejó Tailandia fueron unas ganas irresistibles de escalar. Cuando vi esas paredes, toda esa gente acarreando cuerdas de un lado para otro, los pies de gato... entonces decidí que quería aprender a escalar.

No es que nunca nadie me hubiera metido el gusanillo (aunque Zipi nunca me llevara al monte :-P)... Así que este fin de semana he hecho una mini inmersión en un curso de escalada y ha sido increible. Siguientes pasos: ya estoy apuntado al rocódromo, así que sólo quedan los pies de gato... y coger aire para ir al menos varias veces por semana.

Adiós gimnasio, hola rocódromo.

4 comentarios:

Miguel Ángel de Móstoles dijo...

¡Ya nos irás contado!

¡Un saludo!

Anónimo dijo...

Te vas a poner más fuerte que el tupé del Puma en el rocodromo… De todos modos, si vas por Bilbao y estoy organizamos una con Zape y las máquinas de escalada para entrenar un poco y verles hacer octavo grado como quien come pan ¡¡¡

Zipi

Olivia dijo...

Hace muuuucho que salí con uno que le gustaba la escalada, a mi me gustaba verle aunque admito que me daba un poco de miedo, a parte de no tener la forma fisica necesaria para anclar las piernas y manos en la roca, jejeje. Aun así, es como una asignatura pendiente...me parece un deporte alucinante (eso sí, yo sería pasto de rocódromo nada mas, jajaja). Pues eso, ya nos contarás!! besos

Ramón de Mielina dijo...

Bien Zipi, bien! :-)