lunes, 22 de diciembre de 2008
jueves, 18 de diciembre de 2008
Un país de prepotentes
De todos es sabido que los jefes son unos inútiles, que no saben hacer su trabajo, explotan a sus subordinados y encima no tienen ni puta idea de nada. Y nosotros sí. Nosotros trabajamos como nadie, somos expertos, conocemos el negocio mucho mejor que el gordo pelón que se sienta en su despacho y recibe cestas de Navidad de 300 €... Claro, cómo no. No podía ser de otra manera.
El 75% de los españoles encuestados (Monster.es ha hecho el estudio) cree que hace mejor el trabajo que su jefe. Ahí queda eso.
Leyendo esto, se me ocurren varias cosas: que somos unos frustrados y siempre hay que echar la culpa a alguien, que somos unos prepotentes y no tenemos abuela, que los mejores siempre se quedan abajo con lo cual nos convertimos en frustrados (véase punto 1), etc., etc., etc.
O que realmente todos somos mejores que nuestros jefes, lo cual sería gracioso porque... ¿es que sólo hay un 25% de jefes en España? Ya lo dudo porque quien más quien menos tiene un becario a su cargo. Y esto, quiera o no, vaya de colega o no, le convierte en jefe. Y su becario pensará de él que es un puto inútil, además de un subnormal que va de coleguita cuando en realidad le está explotando. A él, que tiene un talento innato, y no por acabar de salir de la universidad sabe menos. Es más, le da mil vueltas.
Ese 75% opina que haría mejor el trabajo que su jefe... curioso. Claro que todo el mundo tiene un jefe. O varios. Todo el mundo. Así que me hace gracia pensar que todo lo que uno dice de su jefe, lo dirán de uno mismo los que estén por abajo.
¿Que hay jefes inútiles? Por supuesto. ¿Que todos los subordinados sean mejores que sus jefes? Ni por asomo. ¿Que hay quien es jefe de milagro y no lo merece? Totalmente de acuerdo.
Pero, vamos, seamos realistas, esto es como todo; hay de todo en todas partes.
El 75% de los españoles encuestados (Monster.es ha hecho el estudio) cree que hace mejor el trabajo que su jefe. Ahí queda eso.
Leyendo esto, se me ocurren varias cosas: que somos unos frustrados y siempre hay que echar la culpa a alguien, que somos unos prepotentes y no tenemos abuela, que los mejores siempre se quedan abajo con lo cual nos convertimos en frustrados (véase punto 1), etc., etc., etc.
O que realmente todos somos mejores que nuestros jefes, lo cual sería gracioso porque... ¿es que sólo hay un 25% de jefes en España? Ya lo dudo porque quien más quien menos tiene un becario a su cargo. Y esto, quiera o no, vaya de colega o no, le convierte en jefe. Y su becario pensará de él que es un puto inútil, además de un subnormal que va de coleguita cuando en realidad le está explotando. A él, que tiene un talento innato, y no por acabar de salir de la universidad sabe menos. Es más, le da mil vueltas.
Ese 75% opina que haría mejor el trabajo que su jefe... curioso. Claro que todo el mundo tiene un jefe. O varios. Todo el mundo. Así que me hace gracia pensar que todo lo que uno dice de su jefe, lo dirán de uno mismo los que estén por abajo.
¿Que hay jefes inútiles? Por supuesto. ¿Que todos los subordinados sean mejores que sus jefes? Ni por asomo. ¿Que hay quien es jefe de milagro y no lo merece? Totalmente de acuerdo.
Pero, vamos, seamos realistas, esto es como todo; hay de todo en todas partes.
lunes, 15 de diciembre de 2008
viernes, 12 de diciembre de 2008
Al séptimo día se hizo el milagro
Tras una larga semana, me vuelvo a sentir parte del mundo actual. ¡Por fin tenemos agua y calefacción! Una pena, ahora que me empezaba a acostumbrar -pero más rápido se acostumbra uno a lo bueno-, que mi piel estaba empezando a alisarse a marchas forzadas y mi pelo a brillar cual espejo bajo el sol... Una pena, sí señor... No tengo yo alma de monje, una vocación perdida.
Mi felicidad aumenta. Con ganas de llegar a casa y pegarme el primer baño caliente de toda la semana. Porque mira que soy más de ducha pero hoy me voy a dar un señor baño. EL baño.
Este fin de semana empieza tan bien como mal empezó el anterior. Ramón contento. Mucho.
Mi felicidad aumenta. Con ganas de llegar a casa y pegarme el primer baño caliente de toda la semana. Porque mira que soy más de ducha pero hoy me voy a dar un señor baño. EL baño.
Este fin de semana empieza tan bien como mal empezó el anterior. Ramón contento. Mucho.
martes, 9 de diciembre de 2008
Volviendo a los viejos tiempos
He vuelto a ducharme con agua helada. Justo cuando más frío hace. ¿Si se me fue la pelota? Pues ojalá lo hiciera con gusto -no picaría tanto-, pero no. Nos quedamos sin caldera el viernes. No sólo sin agua caliente. También sin calefacción.
Así que esta mañana, primero el pelo dando soplidos y resoplidos -eso sí, me ha quedado de lo más brillante-. Luego poco a poco y por partes, a lo gato, el resto del cuerpo.
Pero voy aprendiendo. Mañana me levanto media hora antes para calentar agua y se va a lavar el pelo Rita -la pollera-. Sólo espero que nadie sea tan listo de levantarse justo cuando haya llenado la bañera y me robe mi agua -en tiempos de crisis...-.
Así que esta mañana, primero el pelo dando soplidos y resoplidos -eso sí, me ha quedado de lo más brillante-. Luego poco a poco y por partes, a lo gato, el resto del cuerpo.
Pero voy aprendiendo. Mañana me levanto media hora antes para calentar agua y se va a lavar el pelo Rita -la pollera-. Sólo espero que nadie sea tan listo de levantarse justo cuando haya llenado la bañera y me robe mi agua -en tiempos de crisis...-.
martes, 2 de diciembre de 2008
Al otro lado del teléfono
Hoy tengo incontinencia en los dedos, qué se le va a hacer. Realmente tenía un mal día. Necesitaba hablar con vosotros dos y ahí habéis estado. Es curioso, debemos estar conectados los tres. Es curioso que nos pasen las cosas a la par. O, si no las cosas, los pensamientos. Es curioso. Podría haber sido una buena conversación a tres en un bareto con un Baileys en la mano y velas.
Tendríamos que vivir en la misma ciudad y sería genial. Algún día.
Hablábamos de qué coño estamos haciendo. Pero a la vez no seríamos felices haciendo otra cosa. En el fondo, los tres sabemos que siempre buscaremos el cambio. Siempre. De ciudad, de trabajo... No de amigos, eso no -hablo de amigos de verdad-. Ni la familia. Eso perdura. Todo lo demás. Lo secundario. Pero a la vez... esos pequeños detalles. Las aceitunas de Camporreal. El Martini latinero. El Baileys tardío. El champán. El Bricco Nero. Y fuera corbatas. Los pequeños detalles. Pegar la nariz en la tienda de al lado y ser feliz viendo las aceitunas. Ahí están. Para nosotros. Las hemos encontrado.
Hablábamos de cómo no somos capaces de no intenter volver a vivir las situaciones que nos habían hecho felices. De cómo intentamos repetir un increible viernes. Ya pasó, el viernes ya no está. Ahora es sábado y los astros no se han alineado de la misma manera. No volverá a haber un día así. Déjalo pasar y recuérdalo pero no lo intentes revivir. Y ahí que vamos como burros cabezones. Llamamos a las mismas personas e intentamos comer esas almejas a la marinera o tomarnos ese White Russian de nuevo, que todo sea lo mismo. Esa cena todos juntos. Y nada sale igual. Es estúpido porque ya lo sabíamos. Y aún así... Llega el sabor amargo. Tanto mejor habría sido dejar las cosas como estaban... Ya lo dije una vez parafraseando a Sabina... "al lugar donde has sido feliz...". Grande Sabina. Por lo mismo que cuando era pequeño ligaba y al día siguiente era incapaz de no llamar a preguntar "¿estamos saliendo?", como el crío que era. Aún sabiendo que la respuesta era no. Que ésa era la respuesta que yo daría si me la hubieran hecho a mí. Pero yo no daba tiempo a nadie. Por lo mismo que volví a apuntarme al año siguiente a clases de inglés y me encontré en que nadie era el mismo, ni siquiera las mismas personas. Por lo mismo. Para qué.
Hablábamos de los momentos. Muchos hay que conocen mi teoría de los momentos. Hoy he entendido la importancia de gestionar los tiempos. No es lo mismo hoy que mañana ni que ayer, hay un momento -y un lugar- para cada cosa. Como diría alguien, la fruta hay que recogerla madura, ni antes ni después. Y es verdad. Lo que servía para ayer, ya no funciona hoy pero puede que mañana sí que lo haga. Quién sabe. Hay que saber elegir. El momento y el lugar. Es importante.
Hablábamos de los miedos. Miedo al fracaso por cosas puntuales, miedo a dejar mal papel... y también de que deberíamos coger perspectiva porque, a la larga, nadie se acordaría de nuestro mal trago y nosotros los recordaremos partidos de la risa. A la larga nada importa o pocas cosas. Y las importantes nosotros ya las sabemos.
Hablábamos de muchas cosas. Entre ellas de lo feliz que nos hace tenernos al otro lado -esto sin palabras- y de las ganas de estar juntos y bebernos ese Baileys. Cada uno por nuestro lado, y en diferentes circunstancias, se va a tomar esta noche una copa a la salud de los otros. Yo tengo que preparar la maldita presentación. Me tomo un Baileys y voy que chuto. Vosotros brindad todo lo que podáis por mí y por mi mal día. Que yo lo hago por los dos últimos tuyos y por tu buena suerte -y la mía de saberlo y que me lo cuentes- y porque los dos, de diferente manera, estéis ahí.
¡A vuestra salud!
Tendríamos que vivir en la misma ciudad y sería genial. Algún día.
Hablábamos de qué coño estamos haciendo. Pero a la vez no seríamos felices haciendo otra cosa. En el fondo, los tres sabemos que siempre buscaremos el cambio. Siempre. De ciudad, de trabajo... No de amigos, eso no -hablo de amigos de verdad-. Ni la familia. Eso perdura. Todo lo demás. Lo secundario. Pero a la vez... esos pequeños detalles. Las aceitunas de Camporreal. El Martini latinero. El Baileys tardío. El champán. El Bricco Nero. Y fuera corbatas. Los pequeños detalles. Pegar la nariz en la tienda de al lado y ser feliz viendo las aceitunas. Ahí están. Para nosotros. Las hemos encontrado.
Hablábamos de cómo no somos capaces de no intenter volver a vivir las situaciones que nos habían hecho felices. De cómo intentamos repetir un increible viernes. Ya pasó, el viernes ya no está. Ahora es sábado y los astros no se han alineado de la misma manera. No volverá a haber un día así. Déjalo pasar y recuérdalo pero no lo intentes revivir. Y ahí que vamos como burros cabezones. Llamamos a las mismas personas e intentamos comer esas almejas a la marinera o tomarnos ese White Russian de nuevo, que todo sea lo mismo. Esa cena todos juntos. Y nada sale igual. Es estúpido porque ya lo sabíamos. Y aún así... Llega el sabor amargo. Tanto mejor habría sido dejar las cosas como estaban... Ya lo dije una vez parafraseando a Sabina... "al lugar donde has sido feliz...". Grande Sabina. Por lo mismo que cuando era pequeño ligaba y al día siguiente era incapaz de no llamar a preguntar "¿estamos saliendo?", como el crío que era. Aún sabiendo que la respuesta era no. Que ésa era la respuesta que yo daría si me la hubieran hecho a mí. Pero yo no daba tiempo a nadie. Por lo mismo que volví a apuntarme al año siguiente a clases de inglés y me encontré en que nadie era el mismo, ni siquiera las mismas personas. Por lo mismo. Para qué.
Hablábamos de los momentos. Muchos hay que conocen mi teoría de los momentos. Hoy he entendido la importancia de gestionar los tiempos. No es lo mismo hoy que mañana ni que ayer, hay un momento -y un lugar- para cada cosa. Como diría alguien, la fruta hay que recogerla madura, ni antes ni después. Y es verdad. Lo que servía para ayer, ya no funciona hoy pero puede que mañana sí que lo haga. Quién sabe. Hay que saber elegir. El momento y el lugar. Es importante.
Hablábamos de los miedos. Miedo al fracaso por cosas puntuales, miedo a dejar mal papel... y también de que deberíamos coger perspectiva porque, a la larga, nadie se acordaría de nuestro mal trago y nosotros los recordaremos partidos de la risa. A la larga nada importa o pocas cosas. Y las importantes nosotros ya las sabemos.
Hablábamos de muchas cosas. Entre ellas de lo feliz que nos hace tenernos al otro lado -esto sin palabras- y de las ganas de estar juntos y bebernos ese Baileys. Cada uno por nuestro lado, y en diferentes circunstancias, se va a tomar esta noche una copa a la salud de los otros. Yo tengo que preparar la maldita presentación. Me tomo un Baileys y voy que chuto. Vosotros brindad todo lo que podáis por mí y por mi mal día. Que yo lo hago por los dos últimos tuyos y por tu buena suerte -y la mía de saberlo y que me lo cuentes- y porque los dos, de diferente manera, estéis ahí.
¡A vuestra salud!
Mierda para ti
Alguien me dijo el otro día que si había algo que no le gustaba de los blogs en general, es que siempre daban un toque de humor a los posts. Yo no estoy de acuerdo con esto. Me gusta reirme de lo que en algún momento me cabreó. Claro que... hoy tengo mal día.
Hay varios tipos de personas que odio. Las que no saben mantener amigos y ellas mismas no son amigas de nadie -y yo que creía que lo eras y me preocupé porque nadie te llamaba-, las que sólo reciben favores y son incapaces de hacer ellas uno -aunque sea pequeño y no hubiera costado nada-, las que miran siempre por sí mismas y no se les cae la cara de vergüenza cuando fallan a alguien -y tú tan tranquilo-, las personas que van por el mundo creyendo que todos le debemos algo -NADIE TE DEBE NADA-, las que intentan hacer de menos a los que les rodean -qué inocente yo que pensaba que..., da lo mismo-.
Me has fastidiado el día, ¡joder!
Sabía que no te duran los amigos más de un año porque se cansan de que les digas "he llamado a todo el mundo y como nadie quiere quedar, pues te llamo a ti, ¿te invito al cine?". De ti sabía que le echas mucho morro a la vida -debería aprender de ti- y que nunca harías favores a nadie -aún cuando no hago favores para que me los deban, qué decepción-. Y de ti sabía que te crees una víctima del mundo y que por eso crees que el resto estamos para complacerte. Y de ti, sobre todo de ti, sabía que nunca ibas a decirme la verdad. Que aunque te lo haya preguntado directamente, nunca ibas a decirme qué podía pasar.
Hoy tengo el día torcido. Qué se le va a hacer. Un día de esos en los que juro no volver a hacer un favor nadie, no volver a intentar que todo el mundo esté a gusto, no volver a volverme loco para salvar el culo de nadie, no comerme marrones que no sean míos, no volver a preocuparme de si alguien no tiene amigos o está descolgado, no volver a... Pero sé que no es así. En realidad es uno de esos días en que me odio por gilipollas. Y en que veo tu cara -y la tuya, y la tuya también, y...- riéndote de mí. Dónde vas a encontrar un gilipollas tan grande, ¿no? Mira qué suerte tienes. Que te jodan.
Eso es, hoy es el día de decirte QUE TE JODAN.
Hay varios tipos de personas que odio. Las que no saben mantener amigos y ellas mismas no son amigas de nadie -y yo que creía que lo eras y me preocupé porque nadie te llamaba-, las que sólo reciben favores y son incapaces de hacer ellas uno -aunque sea pequeño y no hubiera costado nada-, las que miran siempre por sí mismas y no se les cae la cara de vergüenza cuando fallan a alguien -y tú tan tranquilo-, las personas que van por el mundo creyendo que todos le debemos algo -NADIE TE DEBE NADA-, las que intentan hacer de menos a los que les rodean -qué inocente yo que pensaba que..., da lo mismo-.
Me has fastidiado el día, ¡joder!
Sabía que no te duran los amigos más de un año porque se cansan de que les digas "he llamado a todo el mundo y como nadie quiere quedar, pues te llamo a ti, ¿te invito al cine?". De ti sabía que le echas mucho morro a la vida -debería aprender de ti- y que nunca harías favores a nadie -aún cuando no hago favores para que me los deban, qué decepción-. Y de ti sabía que te crees una víctima del mundo y que por eso crees que el resto estamos para complacerte. Y de ti, sobre todo de ti, sabía que nunca ibas a decirme la verdad. Que aunque te lo haya preguntado directamente, nunca ibas a decirme qué podía pasar.
Hoy tengo el día torcido. Qué se le va a hacer. Un día de esos en los que juro no volver a hacer un favor nadie, no volver a intentar que todo el mundo esté a gusto, no volver a volverme loco para salvar el culo de nadie, no comerme marrones que no sean míos, no volver a preocuparme de si alguien no tiene amigos o está descolgado, no volver a... Pero sé que no es así. En realidad es uno de esos días en que me odio por gilipollas. Y en que veo tu cara -y la tuya, y la tuya también, y...- riéndote de mí. Dónde vas a encontrar un gilipollas tan grande, ¿no? Mira qué suerte tienes. Que te jodan.
Eso es, hoy es el día de decirte QUE TE JODAN.
lunes, 1 de diciembre de 2008
Suscribirse a:
Entradas (Atom)