miércoles, 15 de octubre de 2008

La Guerra de las 8.30

Cada mañana lo mismo. Estás casi seguro de que el despertador sonó, de hecho, soñaste que te levantabas, te duchabas y salías de casa… pero no. Ahí sigues ahí tirado en la cama, diciendo “5 minutos más”. Cinco minutos que se convierten en 15, 20… media hora… Y se acabó el tiempo de colchón que te dejas cuando pones el despertador. “¡Dios mío! ¡¡Me he vuelto a dormir!!”. Una ducha rápida, coges lo primero que pillas en el armario sin acordarte de que tienes una reunión importante (y tú en vaqueros…), coges un par de galletas María y sales corriendo, con el pelo mojado (mañana un buen catarro). Llegas corriendo al metro, saltándote todos los semáforos en rojo, jugándote la vida (deberían valorarlo).

El metro, la verdadera guerra. Señoras entradas en años que se creen las dueñas del mundo y empujan con los codos abiertos, niños petardos que lloran porque no quieren ir al colegio, adolescentes con mochilas que ni el mejor levantador de piedras, ejecutivos cagaprisas… Y tú en medio de todo preguntándote por qué coño no eres el hijo de Bill Gates.

Te sientes medio sardina, medio Vicente. No puedes salir de la corriente casi ni para bajar a tu andén, te llevan arrastrándote por los pasillos del metro y cuidado no te descuides que puedes acabar de vuelta en casa sin saber ni cómo llegaste. Bendito metro.

Sales, hace ya temperatura invernal pero tú ni sientes ni padeces. Empiezas a quitarte abrigo, jersey… Y del metro a la oficina terminas de rematar la jugada para asegurarte de que, sí, mañana (casualidad, mañana es sábado) estarás griposo. Poco a poco recuperas las formas de tu cuerpo. Te deshaces de la marca del codo de la gorda tetona en tu costilla derecha, de la esquina del maletín del engominado en tu pantorrilla izquierda, de la patada del mocoso en la espinilla… Vuelves a ser tú.

Llegas al torno, vas a pasar la tarjeta y ¡sorpresa! te acuerdas de que te la dejaste en casa, justo al lado de las llaves de casa, que también has olvidado. Te acreditan y consigues entrar. Llegas a tu sitio, dejas las cosas y entras en la cocina, necesitas un café. ¿Cómo es posible que haya 20 personas metidas en 8 m2??! Pues sí, ahí están todos. Y tú con tus legañas y tus pocas ganas de hablar te vuelves a tu silla, enciendes el ordenador y haces tiempo. Terminan y vuelves en busca del café salvador. No es tu día de suerte, la marabunta se ha acabado el café, la leche… ni un triste azucarillo que chupar.

Odias a todos, odias el mundo. Y odias tu adicción al café por las mañanas. Buenos días.

21 comentarios:

Debster dijo...

JAJAJAJA
Ramón tienes un problema con lo de quedarte dormido eh!
Pasa buen día ;)

Ramón de Mielina dijo...

Cómo lo sabes ;-)

Tesa dijo...

jajajaj qué estrés

...me encanta

Iagui dijo...

Madre mía lo que me he perdido esta mañana... Seguro que mañana será mejor... ;(

Anónimo dijo...

Genial, consigues en tu texto retratar la rutina y todas las sensaciones, agobios y pesares que padecemos en el día a día.

Te agradezco tu visita y comentario y descubro agradablemente este lugar interesante. Por cierto las fotografías son muy buenas. Seguiremos en contacto.

Saludos

Charlie dijo...

Jajajaja te has quedado bien a gusto con la catarsis del blog, seguro. Nos gustan tus fotos pero se echaban de menos tus textos.

Y... ¿por qué no te compras un radio reloj y lo pones bien lejos de tu cama? Te seguirás quedando muñeco de vez en cuando, pero menos.

Anónimo dijo...

Algunos nos levantamos a las seis menos cuarto Ramon... no nos cuentes milongas...

Ramón de Mielina dijo...

Ernesto, ¡¡muchas gracias!! Sí!! Seguiremos en contacto! :-)

Charlie, ya... yo también echaba de menos mis textos... me gusta escribir.

Anónimo, ¿6 menos cuarto? pufff... demasiado para mí. Acabarían echándome.

La técnica de poner el despertador lejos de la cama no funciona conmigo... :-)

Debster dijo...

Ramón siempre llega tarde, es un desastrillo, pero le queremos igual! jejejejeje
Muaks!

Eva dijo...

Ostras, lo de olvidarte la tarjeta para pasar el torno es una pu-ta-da, no hay cosa que haga odiarme más. Pero por suerte no tomo café.

Un saludo.

ALMAGRISS dijo...

Uf, menuda vida... todo lo contrario a vivir en la playita, ir a trabajar tranquilamente conduciendo por la orilla del mar, no hay tráfico (los turistas se fueron ya, menos mal) y el sol calienta lo suficiente como para tomar el café en una terracita... (eso sí, hay que levantarse a tiempo, cuando me duermo, no playita, ni cafecito ni ná de ná)

Anónimo dijo...

Parece que vas de urbano y luego odias los pequeños detalles de la vida cosmopolita... no me cuadra

sweep blue dijo...

jajaja.. buenos dias, si sigues asi pronto te pareceras a garfield :D

Ramón de Mielina dijo...

Hay días y días. No soy cosmopolita (¿qué significa eso? Barcelona es cosmopolita y el Rey es bonachón, como dice un amigo mío, San Valentín es el día de El Corte Inglés...), soy mezcla y depende del día. Me gusta Garfield. :-)

Olivia dijo...

Me has hecho reír :-), jejeje. Esto es tomarse el día a día con humor (bueno, por lo menos aquí relatado). Es lo que tiene trabajar en las grandes urbes, no?? yo como estoy en la periferia pues me estreso menos. Como me dice mi compi de piso "qué bien vives!". En fin, lo de "un vicente" no lo entiendo bien...será que como hay expresiones que no entiendo...

Pero vamos, te creo, te creo, y te requetecreo en esta tu crónica de un día de tu vida. Sobre todo lo del despertador, jejeje...

Un besito.

Olivia dijo...

Jajaja...Dios mío,me acabo de poner colorada! anda que no caer con eso... (mira que llevo años por aqui, pero hay cosas que no se graban a fuego!). A ver si pa la proxima hay "recuperación", jejeje.

Lien Carrazana Lau dijo...

Me ocurre exactamente igual con lo del despertador, pero le echo la culpa a mi novio por no despertarme, llego tarde al trabajo, siempre media hora después, por suerte no hay que 'marcar tarjeta'...
Es curioso como la rutina de uno se parece a la de tanta gente verdad?

MATISEL dijo...

Eso pasa por apurar el tiempo de levantarse...luego hay que aceptar las consecuencias, jejeje, tú eliges.
No hay otra.

Besos y gracias por dejar tu huella en mi camino.

Anónimo dijo...

bueno, bueno ramon de mielena.

se ves que eres 1 persona muy dormilona, pero te entiendo a la perfecion que cuando suena el despertador quieres estar mas y mas en la cama y apurar los minutos para descansar y cuando vuelves a mirar el despertador ya han pasado x lo menos 10 minutos y dices....horror !!!vaya que me queda media hora para prepararme y ir a tarbajar...

y luego que decir del metro ..bueno una odisea...

me encanta este relato porque es un fiel reflejo de la realidad.hay muchas personas que llevan este ritmo de vida que incluso puede llegar al estres y a olvidarse cosillas importantes, como la tarjeta etc..algun dia perderemos la cabeza y no nos daremos cuenta!!!!

L o L i T a dijo...

Creo que tengo la solución a todos tus problemas. Vuelvete adicto al colacao, dejaras el café y ahora te regalan un despertador en forma de pelota que cd suena tienes q lanzarlo con ira hacia algún punto del espacio exterior que rodea tu cama...si no lo apagas...emite ruidos infernales y corretea por la habitación hasta q des con el.

Aunq quizás es peor el remedio que la enfermedad ja,ja... Yo tb soy marmota anónima. Bienvenido Ramón!

Ramón de Mielina dijo...

En realidad soy adicto al Cola Cao... ;-)