Controlo a mi monstruo interior todo el día, lo cual no quiere decir que no oiga su run-run constante y ronco pero tiene su espacio y yo lo respeto. Río, salgo, trabajo, me tomo una Coca Cola, voy al teatro... hasta que llega la noche y se hace fuerte, rompe los límites y quiere acorralarme. No tengo manera de escapar; pongo música, salgo a la terraza y miro los tejados, hablo por teléfono, escribo, limpio, leo, ordeno... no sirve de nada. Ejercito el control, creo que le domino y él me da ventaja durante las 14 horas que estoy fuera de casa. Sabe que en cuanto me quede solo, tendrá la oportunidad de avasallarme, desarmarme, jugármela y no dejarme dormir ni una hora seguida. A veces, como hoy, pierdo el control... por la cosa más tonta del mundo. En un supermercado, la primera compra, y no he cogido cerveza. Ni vino. Ni he comprado otro tipo de queso que no sea fresco. Tampoco chocolate o yogures. Nada de cereales. Llego a casa y ahora el que se va a hacer fuerte soy yo. Música a tope para no escucharle, para empezar. Cajas que empiezan a vaciarse al ritmo de los Beatles. Abro una maleta y, otra vez, me gana la partida... camisetas, calcetines... y no son míos. No voy a regodearme, éste ha sido el último post relacionado con mi monstruo interior.
3 comentarios:
Al menos controlas a tu monstruo interior de vez en cuando...
Besos.
Ay, dichoso monstruo... yo también tengo uno... es cansino y plasta, pero sabes lo que le desespera? que le sonría. Eso le mantiene enfurruñado un buen rato, pero claro, solo un rato.
Dicen que si no puedes con tu enemigo, te unas a él. ¿Has probado a darle la razón como a los locos? Tal vez se aburra y busque guerra en otro lugar.
Pero no desesperes, al final, siempre se marcha, pero es el tiempo, normalmente, quien acaba con él.
Un beso, cielo. Y para tu monstruo, una patada en el culo.
Natacha.
NO hay nada mejor que dejar sitio, ya sea en una maleta, en casa, o en tu vida...asi queda un hueco que llenar. Lla incertidumbre del qué será es lo que da interés a la vida.
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