lunes, 2 de agosto de 2010

2 de agosto de 2010

María, hoy me he acordado de ti y no sabes cuánto. Estaba en el bar de siempre, el de la esquina de en frente de casa. A la sombra, que ya sabes tú bien cómo pega la solana a las cinco de la tarde por aquí... ¡arrimados a la pared y en fila india íbamos siempre, huyendo del sol! Pues eso, que te contaba que estaba ya a punto de irme a casa, haciendo lo de siempre; con mi vaso de leche manchada -el médico me quitó del café también, no sé qué más le queda por hacerme al muy...- y en eso que han llegado una pareja de jóvenes. Un chico y una chica, lo aclaro porque no sabes tú cómo han cambiado las cosas, te escandalizarías, mi vida. Se han sentado en la mesa de al lado y traían cara triste, pero no triste de discusión, ni triste de odio. ¿Te acuerdas los berrinches que teníamos tú y yo y cómo lo arreglábamos luego? Siento la misma emoción que entonces si lo pienso, rompiendo todas las normas, ahí estábamos tú y yo arreglando a cuerpo lo que no podíamos decirnos en palabras. Unos modernos, eso era lo que tú y yo éramos... Cómo echo de menos tu cuerpo María, daría lo que fuera por ser esos dos muchachos sentados en la terraza y arreglarlo todo a base de besos, abrazos y sudores. No creas tú que ganas me daban de hacérmelas de abuelo cebolleta, sentarme entre los dos y ver a qué narices jugaban los dos enamorados desperdiciando el tiempo. No lo he hecho pero, a cambio y por curiosidad, que ya sabes que yo curioso soy un rato, me he quedado un poco más; los pequeños placeres de la vida, qué va a hacer uno si no. Qué serios estaban, hablando cariacontecidos, a ratos llorando uno, a ratos el otro. Amor sí que había ahí, que yo lo he visto, y me fastidia haberme quedado sin saber qué les pasaba. He aguzado el aparatejo del oído pero nada, mañana mismo lo llevo a revisión para que me suban la sensibilidad y poder cotillear a gusto. Con tanto ruido de coches, de autobuses pasando, de niños gritando... me he perdido la mitad de la conversación. Viejo cotilla, me dirías si estuvieras, pero no estás y, además, que no, que no es verdad: yo no soy cotilla. Digamos que es interés por la raza humana, por los que nos rodean. Esos jovenzuelos necesitaban que alguien les dijera que se están equivocando, que si se quieren de verdad todo va a salir bien, que tiren para adelante con lo que sea. Ella ha empezado a llorar, de esas lloreras con hipo como las que te entraban a ti de vez en cuando, y se ha puesto las gafas de sol. Él parecía un niño chico cogiéndole la mano sin saber cómo consolarla. Ha apoyado su cabeza en su hombro y así han estado un buen rato, no te creas que ha sido cosa de nada; la muchacha no paraba de llorar parapetada en unas de esas gafas enormes que están tan de moda ahora. Me ha dado pena hasta a mí. Por ella y por el chico. Si me acuerdo la de "crisis" que pasamos tú y yo. Tanto nos queríamos que todo lo hacíamos a lo grande. Lo bueno y lo malo. Vaya malos momentos, vaya tormentas de hielo, de granizo, vaya lluvias... pero seguimos adelante. También tú te ponías las gafas, me acuerdo de cómo temblaba tu cuerpo cuando hipabas una y otra vez sin poder parar de llorar. Me acuerdo como si fuera hoy. Me ha recordado a ti y a mí y quería levantarme y decirles que no pasa nada, que todo va a ir bien, que lo van a solucionar. No sé por qué no lo he hecho. Quizás si lo hubiera hecho, ahora estarían juntos y felices de haber pasado el mal trago, más fuertes. No sé por qué, María, pero creo que estos dos tontos van a tirar la toalla. Era mucha la desesperación en su lloro, mucha la incomprensión en su cara. Me ha dado tanta pena; ella mirando a lo lejos al semáforo del final de la calle y él apoyado en su hombro, acariciando su mano... Ay, María, lo que daría yo por volver a acariciar tu mano. No sé ellos, pero yo seguro que acababa llevándote a la cama.

1 comentario:

Eria.. dijo...

Que dulce, que emotiva que tierna que bonita por dios!!!