Bonito viaje el que me dieron la niña, su madre y listo de turno.
Iba yo tranquilamente volviendo a la capital, medio dormido en mi asiento... ¡Dos asientos para mí solo! Qué afortunado se siente uno cuando es el único de todo el autobús con esa suerte, ¡que se fastidien! Todo en silencio, todo el mundo tranquilo. De repente, tremenda arcada.
Ahí Dios quiso castigar mi suficiencia y ponerme al nivel del resto de mortales del bus, la vernganza no es buena Sir. La niña, la niña monísima del pelo trenzado a quien yo había sonreído al subir, esa niña se acababa de marear y nos hizo partícipes de su mareo al resto de viajeros. Para qué tanta generosidad, digo yo. Comienzan mis arcadas.
En ese momento olvidé que era una niña simpática con su mamá y sus juguetes para el viaje y pasé a odiar a todos los niños del mundo, por qué tienen que vomitar y por qué tiene que ser en el autobús, ¡precisamente en mi autobús!
En estas situaciones siempre hay un listo de los cojones que se las sabe todas. "Sabes, yo siempre me mareaba cuando era pequeño y mi madre, que siempre iba conmigo, me hacía sacar la cabeza por la ventana para que me diera el aire". Listo, muy listo. Es un A-U-TO-BÚS. No hay ventanas. Siguiente opción; "a veces funciona que se distraiga jugando". Claro, con sus juguetes llenos de vete-tú-a-saber-qué después del incidente.
A todo esto, la madre ni le miraba, la niña pasaba de él y lloraba y los demás estábamos deseando que el tipo se sentara en su sitio en vez de estar en jarras en el pasillo dando voces. Y la madre lo único que quería era un paquete de kleenex para limpiar a la niña y, de paso, pegarse ella una pasadita la pobre.
Le paso los kleenex entre los asientos (¿he mencionado ya que mi penitencia se situaba justo en el asiento de delante de mí? Creo que no. Y yo que me creía con suerte). La madre los coge con la mano pelín manchada. Más arcadas por mi parte (no sé qué voy a hacer si algún día tengo hijos).
Le paso también un chicle de menta. Y la voz del listillo "mi madre siempre me decía que esperara a echarlo todo antes de comer nada". Claro, sólo lleva media hora la pobrecilla, igual le queda el hígado dentro, mira tú. Total, que la mujer le sigue ignorando, intenta pelar el chicle, no puede. Le abro otro y se lo paso sin papel. Se lo da a la niña. Terminan de limpiarse. Me recordó a los animales cuando limpian a sus crías, bonita escena. Me hizo recordar a la simpática niña de las trenzas de colores del principio del viaje. Vuelven mis buenos sentimientos.
Por fin, el espontáneo se da por ignorado, se calla y se sienta. Todos suspiramos. La niña se calma. La madre se relaja. Todo vuelve a estar en silencio. Mis arcadas paran y puedo volver a mi duermevela.
Llego a Madrid.
Retirarse joven
Hace 17 horas
3 comentarios:
Ramón no sabía que tuvieras un autobús... jajajaja...
Me viene a la memoria una noche de fiestas de Bilbao...el metro atiborrado de gente... Ramón... Yo... una parada de metro semi vacia... vomitos...ummmm... no, será que estoy confundiendome...
jajajaja
Fdo: Anónimo
Uy, ¡hay muchas cosas que no sabes! :-P
¿Una parada de metro? No sé de qué me hablas. Estarías con otro. ;-)
el señor conductor esta borracho, esta borracho, esta borracho, el señor conductor...
Publicar un comentario